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Cascos convoca elecciones en Asturias tras medio año de Gobierno

El dirigente del Foro por Asturias llama a las urnas tras ver tumbados sus presupuestos

El presidente de Asturias, Francisco Álvarez-Cascos, ha disuelto esta tarde el parlamento de la comunidad y ha convocado elecciones generales anticipadas para el 25 de marzo, el mismo día de los comicios autonómicos de Andalucía.

Seis meses y medio después de haber accedido a la presidencia del Principado en minoría al frente de su nueva formación Foro Asturias Ciudadanos (FAC), el exsecretario general del PP, que abandonó este partido hace ahora 13 meses para liderar su propia formación, ha optado por forzar una convocatoria de urnas para intentar superar el bloqueo político en el que está sumida la comunidad.

El detonante de la decisión fue el rechazo el pasado miércoles por la Junta General del Principado (parlamento) de su proyecto de presupuestos. Las cuentas regionales contaron con el exclusivo apoyo de los 16 diputados de Foro, el rechazo del PSOE (15) y PP (10) y la abstención de IU (4).

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Pero lo que desvela la decisión de hoy es la incapacidad de Álvarez-Cascos en este medio año de Gobierno para dialogar y negociar con la oposición. En su comparecencia de este lunes, Cascos ha mantenido la tesis de la existencia de un supuesto “complot parlamentario” para hacer ingobernable la región.

Desde que en enero de 2011 abandonó el PP, una vez que este partido lo descartó como candidato electoral a la presidencia de Asturias en mayo, el exministro de Aznar ha intentado justificar su nueva aventura política proclamando la existencia de un supuesto pacto antinatura entre PP y PSOE en Asturias para cerrarle el paso. Ahora se aferra a esta tesis para disolver la cámara y llamar de nuevo a los asturianos a las urnas.

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Los tres partidos de la oposición rechazaron su proyecto de presupuesto por considerarlo irreal y con una previsión de ingresos “hinchada”. El PP le reclamó una revisión a la baja para darle su apoyo y negociar un nuevo diseño. El diseño presupuestario también fue criticado por la patronal asturiana FADE (filial de CEOE) por razones similares.

Pero el rechazo del proyecto presupuestario no fue más que la gota que colmó el vaso. Desde el minuto uno de su mandato –Cascos asumió la presidencia el 15 de julio- quedó nítido en la vida política asturiana que el nuevo Gobierno carecía de cintura y de mano izquierda para dialogar y entenderse con la oposición. Cascos acusó sistemáticamente a PP y PSOE de bloquear la acción de Gobierno, pero estos partidos e IU han venido denunciando que, por su carácter, su temperamento y sus animadversiones personales, Cascos no tenía ni el talante ni la disposición para buscar puntos de encuentro con su aliado natural: el PP.

La ruptura en enero de 2011 entre Cascos y el PP, tras casi un año de desencuentros frontales, abrió heridas de muy difícil cauterización. La derecha asturiana, rota por segunda vez desde 1998, y en ambos casos con el protagonismo estelar de Cascos y del exalcalde de Oviedo y delegado del Gobierno en la comunidad, Gabino de Lorenzo (aliados hace 13 años pero frontalmente enfrentados ahora), hace imposible cualquier alianza viable entre Foro y PP, tal y como se ha visto en estos meses.

Además, sus críticas a decisiones del nuevo Gobierno de Mariano Rajoy (censuró la subida de impuestos, el recorte de inversiones y otras iniciativas) no hizo más que dificultar cualquier acercamiento.

En las pasadas elecciones autonómicas, la suma de ambas fuerzas conservadoras arrebató por vez primera la mayoría absoluta a la izquierda (PSOE e IU) en Asturias, pero eso no se tradujo en capacidad de gobierno. Al igual que en la anterior fractura del PP en el Principado (durante el Gobierno autonómico de Sergio Marqués), la división fratricida de los conservadores abocó a Asturias a una crisis inmanejable.

A todo ello se sumó un estilo de Gobierno bronco, que ha ido suscitando polémicas y controversias, sobre todo en el ámbito de la cultura, actuando, sin contar con el parlamento y tomando decisiones como si se tratase de un Gobierno con mayoría absoluta y no en extrema debilidad parlamentaria.

Cascos no desveló si volverá a encabezar la lista de FAC a la presidencia de Asturias, pero todo apunta a que volverá a ser candidato. En una comparecencia pública ante los periodistas aseguró que sigue “más ilusionado que nunca” y reiteró que su proyecto presupuestario era el idóneo y el que Asturias precisa en estas circunstancias de crisis económica.

La elección del 25 de marzo hará coincidir los nuevos comicios asturianos con los andaluces. Se trata de la primera vez que Asturias aplica el nuevo precepto estatutario que permite anticipar elecciones. Al PP y al PSOE la fecha les obligará a precipitar decisiones. La Federación Socialista Asturiana (FSA-PSOE) tiene convocado su congreso regional para los día 9 y 11 de marzo, y el PP regional pretendía celebrar el suyo entre marzo y abril.

Desde esta perspectiva, Cascos crea una situación incómoda a los dos partidos de la oposición. Pero con esta decisión Cascos también arriesga su propio prestigio. En los comicios autonómicos de mayo fue la segunda fuerza más votada en Asturias (solo por detrás del PSOE), aunque obtuvo un escaño más que los socialistas. Fue un resultado soberbio para un partido que se había creado solo cinco meses antes. Pero en las elecciones generales del 20 de noviembre perdió casi la mitad de sus votos y se convirtió en la tercera fuerza política.

Seis meses de más sombras que luces en el Principado

J. C.

Francisco Álvarez-Cascos, vicepresidente del Gobierno de la nación y ex ministro de Fomento entre 1996 y 2004 y secretario general del PP durante diez años, se alzó con la presidencia de Asturias en las elecciones de mayo con una imagen, labrada durante años por muchos de sus propagandistas, de gestor eficaz, trabajador infatigable “a tres turnos” (uno de sus lemas de campaña), gobernante impetuoso y arrollador y dotado de una idea cabal y visionaria de Asturias y de sus problemas y sus soluciones.

Pero en estos seis meses y medio de Gobierno nada de ello se verificó. La crisis económica, la necesidad de ajuste del gasto público y la minoría parlamentaria actuaron como supuestos eximentes de la inacción del Gobierno. Pero lo desolador para Cascos es que en este medio año de ejercicio del poder ni tan siquiera ha expuesto un proyecto conceptual ni un diseño de futuro para la región. Porque más que de futuro y de los retos del siglo XXI, Cascos se ha pasado medio año envuelto, como antaño, en la exaltación del pasado, reivindicando una y otra vez a Jovellanos, el ilustrado gijonés del siglo XVIII al que desde hace décadas dedica sus desvelos y le sirve de motivación en el ejercicio de la vida pública.

A esta ausencia de un proyecto prometedor de futuro se sumó su situación de minoría parlamentaria, que agudizó la imagen de inoperancia. En estos seis meses no hay decisiones o materializaciones que hayan confirmado la existencia tanta veces proclamada de un Gobierno trabajando a “tres turnos”. De hecho, Cascos ha seguido alternando su residencia en Asturias y en Madrid.

Pero la percepción que ha llegado a la ciudadanía es que mientras el ejecutivo de Foro manifestaba acusadas dificultades para hacer, no tenía ningún reparo en deshacer cuanto encontraba en su camino.

El frontal enfrentamiento con el Centro Internacional de Óscar Niemeyer (hoy, paralizado), el intento de asfixiar a la televisión y radio autonómicas (RPA) por la vía de los hechos, incumpliendo mandatos parlamentarios y negándose a pagar partidas aprobadas y comprometidas por poder legislativo en los presupuestos de 2011 y más recientemente la destitución del director del prestigioso Festival Internacional de Cine de Gijón por decisión del concejal de cultura de Foro en Gijón, entre otras decisiones controvertidas, han creado una impresión de bronca e inoperancia destructora.

A ello se ha sumado la imagen extremadamente débil de algunos consejeros del Gobierno, todo cuyo peso político reposa de modo exclusivo sobre el carisma del presidente. La imagen de falta de competencia de varios de los consejeros en sus comparecencias parlamentarias (una de ellas admitió, nada más ser designada para el cargo, desconocer la materia de la que había sido responsabilizada) debilitó la imagen del ejecutivo, así como los sucesivos cambios de posición sobre varias materias.

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