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LOS RECORTES DEL PP

Guindos-Montoro, ¿batalla o teatro?

Hacienda da por ahora la versión suave, pero las decisiones llegarán en marzo Algunos ven ganador al andaluz; otros, reparto de mensajes externos e internos

Carlos E. Cué

Fue la decisión clave del nuevo Gobierno y sus consecuencias se han visto de inmediato: no hay vicepresidencia económica, y con un presidente con muy poca presencia —aunque esta semana eso cambiará con sus citas internacionales, que arrancan hoy en La Moncloa con el presidente francés, Nicolas Sarkozy—, la competencia entre Luis de Guindos, ministro de Economía, y Cristóbal Montoro, de Hacienda, es el centro de todos los comentarios internos y externos. Ambos tienen seguidores y detractores. Dentro y fuera del PP. Pero no solo es una cuestión personal. Detrás hay algo mucho más de fondo: la decisión de lanzar mensajes muy duros a las comunidades autónomas por su desviación de gastos, como hace Guindos, o darles oxígeno, como hace Montoro.

Fuentes del Gobierno explican que esta dicotomía tiene que ver sobre todo con el público al que se dirigen los dos ministros. Guindos es el responsable de lanzar mensajes de credibilidad a los mercados, el que irá esta semana al Ecofin en Bruselas, el que habla con Olli Rehn, vicepresidente de la Comisión Europea, o Wolfgang Schauble, ministro de Economía alemán, y con los responsables de fondos de inversión. Y a todos les tiene que convencer de que España será capaz de reducir su déficit. Y la pregunta que todos se hacen en ese mundo es qué mecanismos tiene para obligar a las autonomías a recortar. El ejemplo de 2011, cuando Elena Salgado prometió a esos mismos interlocutores que obligaría a las autonomías, que se excedieron en el gasto en 15.000 millones, pesa mucho. Por eso Guindos carga su discurso y hace el papel de duro.

Por el contrario, Montoro es, frente a un Guindos más tecnócrata —aunque tiene trayectoria política y no es ajeno a ese mundo—, el hombre del partido, muy pendiente de las elecciones andaluzas —Javier Arenas colocó a este político andaluz como cabeza de lista en Sevilla y es su gran apoyo— y de tratar de contentar a sus barones autonómicos, apretarles pero no ahogarles. El propio Arenas aplaudió en Málaga el sábado frente a Rajoy la “gran noticia que ha dado Montoro al aplazar el pago de los anticipos [dinero que las comunidades tienen que devolver al Estado]. Andalucía debe 6.000 millones, es un balón de oxígeno para la sanidad y la educación”. “Montoro siempre ha tenido un perfil más social y político”, aclaran fuentes gubernamentales.

Montoro presentó las subidas de impuestos y los primeros recortes. Pero desde entonces promueve su imagen de cara amable del Gobierno. Ayer decía en Abc que “subir el IVA duplicaría la caída de la economía” y que “sería un enorme error poner en marcha el contrato de crisis con 20 días de despido”, que pide la CEOE.

Muchos en el PP y en el Gobierno sostienen que la batalla interna la ha ganado de momento Montoro, que desmintió el planteamiento de Guindos en Financial Times de hacer un control previo de los Presupuestos autonómicos. Y destacan que, aunque sea por una cuestión de protocolo —su ministerio es más antiguo—, será Montoro quien presida la Comisión para Asuntos Económicos cuando Rajoy no pueda acudir. Señalan que en una guerra Montoro-Guindos siempre ganará el primero porque tiene más avales políticos, desde Arenas a Sáenz de Santamaría, mientras el segundo es un outsider, aunque cuenta con la confianza total de Rajoy.

Pero otros aclaran que al final, y más después de la nueva bajada de calificación de la deuda española, los mercados siempre acaban imponiendo su ritmo y es ahí donde la política más dura de Guindos, que empezará a ser más protagonista con la reforma financiera y las citas en Bruselas, se impondrá. Los partidarios de esta tesis sostienen que la supuesta batalla Guindos-Montoro no es más que un reparto de papeles. Y que la realidad se verá en el Consejo de Política Fiscal de mañana, cuando Montoro deberá exigir a las autonomías recortes muy fuertes, y sobre todo en marzo, cuando lleguen los Presupuestos —ya pasadas las elecciones andaluzas— y el recorte sea descomunal. Entonces no habrá discurso suave que pueda ocultar la realidad.

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