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Tribuna
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La izquierda volátil sigue decidiendo, pero…

Algo puede haber comenzado a cambiar en estas últimas elecciones: el crecimiento de los que votan a veces al PSOE y a veces al PP Si aumentan, populares y socialistas deberán competir en alardes de centrismo

Curiosas elecciones las del 20-N. El PSOE se desploma y pierde 4,3 millones de votos y 59 diputados respecto a 2008. El PP alcanza una mayoría absoluta muy holgada, pero incrementa sus votos solo en 0,56 millones, menos que UPyD (0,8 millones) e IU (0,7 millones). ¿Cómo interpretar lo que ha ocurrido? ¿Dónde han ido los votos perdidos del PSOE?

Hace ya cuatro años, en 2007, publiqué un artículo en EL PAÍS titulado El poder decisorio de la izquierda volátil. La tesis del artículo era que las elecciones en España no se ganan o pierden en el centro político, sino en la izquierda “volátil”. Si definimos a los electores “centristas” como aquellos que en unas elecciones generales han votado al PSOE y en otras al PP (es decir, los definimos por cómo votan, no por cómo se autodefinen en las encuestas), el artículo estimaba que en España había un número muy reducido (0,6 millones) de estos electores y que eran prácticamente irrelevantes. Si definimos a la izquierda “volátil” como el conjunto de los electores cuyo voto oscilaba entre el PSOE, IU y la abstención (ahora se tendría que añadir UPyD), el número resultante era mucho más alto (2 millones). La sístole-diástole de estos electores —y no la de los centristas— ha determinado hasta ahora la alternancia en el poder en nuestro país. En lo que sigue, en primer lugar, haré algunas precisiones sobre los números del 20-N y utilizaré los modelos cuantitativos del artículo de 2007 para discutir adónde han ido los 4,3 millones de votos perdidos por el PSOE. Y, en segundo lugar, junto con algunas conclusiones, discutiré hasta qué punto el trasvase de votos habido el 20-N entre el PSOE y el PP puede estar anunciando el declive del modelo de la izquierda volátil en nuestro país y el principio de la consolidación de un núcleo de electores centristas que provoque la alternancia en el poder oscilando entre los principales partidos de centro-izquierda y centro-derecha.

Comencemos por los números del domingo pasado y, de entre ellos, por la tasa de participación en las elecciones. Dicha tasa resulta difícil de calcular a pocas horas de cerradas las urnas porque no se conoce el resultado del voto residente en el extranjero (censo CERA, casi 1,5 millones de electores). Ello provoca que en las cifras publicadas por los medios de comunicación y, curiosamente, por la web del Ministerio del Interior se comparen peras con manzanas, es decir, la tasa de participación del censo residente en 2011 con la tasa de participación del censo total de 2008. Este error distorsiona mucho las cosas porque la abstención en el censo CERA es muy elevada, casi un 70%. Una comparación más informativa sale de utilizar solo los censos residentes para 2011 y 2008. Sobre esta base la tasa de participación en la jornada pasada fue el 71,69% y en 2008 fue el 75,35%. Es decir, que la caída ha sido el 3,66%. Utilizando los modelos cuantitativos mencionados en el artículo de 2007, este descenso de la participación sería responsable de una caída de 2,2 puntos porcentuales en el voto al PSOE en el total de votos a candidaturas (es decir, excluyendo de los votos emitidos los nulos y los votos en blanco).

Examinemos ahora los efectos del voto a IU. Esta formación y sus equivalentes autonómicos obtuvieron un incremento de 0,71 millones de votos respecto a 2008, un 3,15% del total de votos a candidaturas. El modelo de la izquierda volátil estima una elasticidad unitaria respecto al voto al PSOE, es decir, que por cada punto porcentual que sube el voto a IU pierde el PSOE un punto porcentual y recíprocamente. Por tanto, el incremento del voto a IU explicaría una caída del 3,15% del voto al PSOE.

El PP incrementa sus votos en 0,56 millones, menos que UPyD, que  lo hace en 0,8 millones

¿Cómo tratar el aumento de votos a UPyD? Este partido no había concurrido a elecciones generales en 2007, cuando se estimó el modelo de la izquierda volátil. Relativo a 2008 ha experimentado un incremento de 0,8 millones de votos, un 3,5% del voto total a candidaturas. No existe horizonte temporal para estimar empíricamente una elasticidad del voto a UPyD respecto al voto al PSOE, pero se debe suponer que la formación de Rosa Díez ha captado votos tanto del PSOE como del PP, pero muchos menos del último que del primero. Por ello me parece razonable suponer que la elasticidad podría estar en la zona del 0,8. Con este número el incremento de votos a UPyD explicaría una caída del voto al PSOE de un 2,8%. El aumento del voto nulo y en blanco también supone pérdida de votos para el PSOE. Entre ambos tipos de voto el aumento respecto a 2008 ha sido un 0,9% del voto total a candidaturas. Dado que el PSOE es el único partido relevante que pierde votos en términos netos, parece razonable atribuir este incremento de manera íntegra a exvotantes del PSOE.

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El PSOE perdió el 20-N 4,3 millones de votos respecto a 2008. Perdió votos en todas las comunidades autónomas: 0,75 millones tanto en Cataluña como en Andalucía, 0,5 millones en Madrid, 0,4 millones en Valencia, 0,3 millones en Galicia… Estas pérdidas representan un 15,14% del voto total a candidaturas. A continuación, examino hasta qué punto el modelo de la izquierda volátil puede explicar esta caída tan pronunciada. Esto implica sumar los efectos del incremento de la abstención (2,2%), del incremento del voto a IU (3,5%) y del voto a UPyD (2,8%) y del voto nulo o en blanco (0,9%). La suma da el 9,4%. Quedan sin explicar 5,7 puntos. ¿Dónde han ido los votos que faltan? Obviamente, al PP y a CiU, y eso no lo explica el modelo de la izquierda volátil.

Los populares han obtenido mayoría absoluta con menos votos que los socialistas en 2008

El PP ha obtenido 10,82 millones de votos, 0,56 millones más que en 2008, pero 0,47 millones menos que los que el PSOE obtuvo en 2008. En ese año los socialistas ganaron, pero sin mayoría absoluta. Los populares han obtenido mayoría absoluta, con menos votos que el PSOE en los anteriores comicios, por la gran fragmentación del voto de la izquierda y porque nuestro sistema electoral castiga severamente la fragmentación. Los votos al PP en 2011 representan el 44,6% del total de votos a candidaturas. Esta última cifra es solo una décima superior al 44,5% obtenido en las elecciones generales de 2000. En términos relativos al tamaño del censo, el PP ha vuelto a tocar su techo histórico, pero no lo ha superado de manera contundente.

CiU ha conseguido un aumento de 0,24 millones de votos relativo a 2008, un 1% del voto total a candidaturas. Las barreras ideológicas en el electorado catalán hacen suponer que la mayoría de los votos procede del ala más nacionalista del PSC. Este movimiento tampoco lo explica el modelo de la izquierda volátil

Examinados someramente algunos de los números del 20-N, llega el momento de extraer algunas conclusiones. En primer lugar, parece razonable suponer que en estas últimas elecciones ha habido más trasvase neto de votos del PSOE al PP que en ocasiones anteriores. Este trasvase podría ser muy similar al incremento total de votos que ha tenido el PP (0,56 millones). Esta cantidad es una proporción pequeña (el 13%) de los 4,3 millones que ha perdido el PSOE. Cabe señalar que, si ese trasvase no hubiese tenido lugar, es decir, si los populares hubiesen tenido 0,56 millones de votos menos y los socialistas 0,56 millones de votos más, el PP también hubiese ganado las elecciones del 20-N, aunque quizás sin mayoría absoluta. Esto me lleva a concluir que la izquierda volátil sigue siendo decisiva en España para desencadenar la alternancia en el poder. Esto, como escribí en 2007, nos sigue diferenciando de nuestros principales socios en la Unión Europea en los que los cambios de partido en el Gobierno los provocan los votantes centristas. Dicho esto, algo puede haber comenzado a cambiar en estas últimas elecciones: el número de votantes centristas —los que votan a veces al PSOE y a veces al PP— puede haber crecido de manera significativa. En el artículo de 2007 estimaba yo ese número en 0,6 millones y en 2011 podría haber crecido hasta rebasar el millón de electores. Sigue siendo una cantidad pequeña, pero de ser cierta mi suposición, debería tener consecuencias muy relevantes para la estrategia electoral de los dos partidos mayoritarios españoles. Esta estrategia la definía yo en 2007 como “el objetivo principal de una campaña electoral, de cualquier campaña electoral, en España debe ser para el PP que no vayan a votar los que le detestan y para el PSOE que acudan a las urnas los que le desprecian”, lo que lleva al PP a centrarse en las campañas y al PSOE a radicalizarse. Si aumentan los votantes centristas, populares y socialistas deberán competir en alardes de centrismo.

César Molinas es socio fundador de la consultora Multa Paucis.

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