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La difícil despedida de Zapatero

El presidente del Gobierno ejercerá el traspaso de poderes en La Moncloa y en Ferraz en medio de una turbulenta crisis financiera y política

Luis R. Aizpeolea
Zapatero y su esposa, Sonsoles Espinosa, en Villanueva de los Osos (Asturias), en octubre.
Zapatero y su esposa, Sonsoles Espinosa, en Villanueva de los Osos (Asturias), en octubre.AJN (TARGET PRESS)

La jornada de hoy no es la de la despedida de José Luis Rodríguez Zapatero porque agotará su mandato como presidente hasta el traspaso de poderes en un mes y porque ejercerá como secretario general del PSOE hasta la elección de una nueva dirección, tras un próximo congreso.

Las convulsiones financieras desatadas en agosto y que han arreciado durante la campaña, con récords en la subida de la prima de riesgo española, no le están permitiendo a Zapatero un final de etapa relajado. Le están forzando a ejercer su presidencia con intensidad en permanente contacto con la ministra de Economía, Elena Salgado, y con los líderes de la UE. Y hasta dentro de un mes se verá obligado a mantenerse muy activo en estrecho contacto con el líder de la oposición, Mariano Rajoy, como lo viene haciendo desde la agudización de la crisis financiera en agosto. Y con más motivo si las urnas confirman hoy lo que dicen las encuestas. Este traspaso de poderes tendrá que ejercerlo de modo paralelo en la dirección del PSOE.

La respuesta a la crisis financiera obligó a Zapatero a contravenir su decisión de estar fuera de los focos durante la campaña. No lo pudo cumplir en el terreno institucional, pero sí en el partidista. Desde mucho antes de su inicio, desde que Alfredo Pérez Rubalcaba fue elegido candidato, en abril, Zapatero tuvo claro que todo el protagonismo político del partido correspondía al candidato.

Así lo acordó con Rubalcaba, con la excepción de la acción de Gobierno, aunque Zapatero le ha consultado sus decisiones, alguna complicada para los intereses electorales del candidato, como la reforma constitucional.

Zapatero es de la tesis de que el candidato debe establecer un vínculo particular con el electorado y que hay que someterse a ese liderazgo. De ahí que renunciara a una campaña como la que José María Aznar protagonizó en 2004 de manera paralela a la del candidato del PP, Mariano Rajoy.

El acto de Vitoria fue el de mayor impacto político de Zapatero
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Del mismo modo, los estrategas de Rubalcaba redujeron la participación de Zapatero en la campaña y admiten que lo hicieron por la baja valoración que las encuestas, que tanto mandan en las campañas, daban al presidente. Zapatero, aseguran en su entorno, asumió con deportividad esa decisión.

El silencio absoluto sobre su persona y su ejecutoria en el mitin de Dos Hermanas (Sevilla), al inicio de la campaña —con la participación de Rubalcaba, Felipe González y Alfonso Guerra—, y que tanta resonancia mediática tuvo, suscitó resquemores en su entorno. Parece que llegó a afectar al presidente, pero él le ha restado importancia. “En una campaña hay que ponerse en la piel del candidato” o “a este partido le debo lo que he sido y asumiré lo que decida”. Es lo que ha contestado, tras recalcar que conversa a diario con Rubalcaba.

A los dirigentes socialistas, como Carme Chacón, les pidió que apoyaran a Rubalcaba y que comprendieran que asumía una campaña en condiciones muy adversas. Y no se arrepiente de su apoyo al candidato por su capacidad política. “Es un político que ante cualquier problema que le plantees te encuentra una solución”, decía esta semana.

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Zapatero limitó su participación en la campaña a una presencia simbólica en actos con candidatos con los que ha tenido una relación especial. Fue a Lugo a acompañar a su número dos en el PSOE, José Blanco; a Alicante a acompañar a la ministra de Sanidad, Leire Pajín; y a Málaga, con la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez.

También participó en sendos actos, que tuvieron un aire de despedida, en dos comunidades con las que ha tenido una relación especial: la vasca y la castellano-leonesa. Su presencia en Soria y Ávila, el jueves, y en León, el viernes, con un mitin-cena de despedida, en presencia de sus amigos, como el portavoz en el Congreso, José Antonio Alonso, fue su contribución a sus raíces castellano-leonesas.

Su participación en un homenaje del PSE en Vitoria, el 7 de noviembre, fue, con su presencia en el mitin de Málaga, el acto de mayor impacto político en la despedida electoral del presidente. Dos semanas después del anuncio del cese definitivo de la violencia de ETA, Zapatero lo festejó. “No vamos a olvidar todo esto. En Euskadi siempre serás un presidente y un amigo de los vascos”, le homenajeó el lehendakari Patxi López, que ensalzó su estrategia: por su capacidad de riesgo con el intento de final dialogado con ETA y, tras romper ETA el diálogo, por mantener la “firmeza democrática”. Zapatero respondió que era un “mérito de todos los vascos”.

El mitin de Málaga, del miércoles, el único que compartió con Rubalcaba, fue el otro acto de reconocimiento de Zapatero. Rubalcaba resaltó su “profundo patriotismo” por situar “los intereses generales de España delante de los electorales, lo que ha permitido que España, pese a sus dificultades, esté mejor que otros países”.

Su contribución al fin de ETA y a amortiguar los efectos de una crisis de la que él mismo admite que en su inicio no previó su alcance, fue el principal mensaje político que le dirigió Rubalcaba en su despedida. Pero estaba más pensado en clave de reconocimiento histórico que electoral.

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