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Tribuna
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La victoria del PP ya está amortizada

El cambio de Gobierno por sí solo no garantiza nada. Y los silencios de Rajoy empiezan a pasarle factura

Josep Ramoneda

Tantas reverencias a los mercados y estos, tozudos ellos, no hacen sino amargar la fiesta a los políticos, vengan de donde vengan. Uno de los tópicos de la campaña del PP, que venía arrastrándose ya desde media legislatura, es que el simple cambio de Gobierno tendría un efecto balsámico para la deuda española porque con la llegada de la derecha volvería la confianza. Puesto que lo característico de la campaña de Rajoy han sido las ambigüedades, las pocas ideas concretas que ha soltado adquieren gran relevancia. Y ciertamente alguna gente ha comprado la idea de que cambiar de Gobierno podía servir para reanimar, aunque solo fuera psicológicamente, al enfermo. Los mercados se han encargado de desvanecer rápidamente esta ilusión.

Por si había alguna duda, las encuestas del pasado fin de semana han dejado claro que el PP gobernará España la próxima legislatura. El PP simbólicamente ya ha llegado, el Gobierno de Zapatero está completamente eclipsado, y los mercados siguen castigando sin contemplaciones a la economía española. No, el cambio de Gobierno por sí solo no garantiza nada. Y los silencios de Rajoy empiezan a pasarle factura. ¿Cómo los mercados pueden apostar su dinero a favor de un Gobierno que no se sabe qué va a hacer?

La crisis no perdona, los Gobiernos van cayendo en Europa. En Grecia y en Italia han caído de mala manera. Papandreu tuvo la osadía de querer consultar a la ciudadanía y el directorio europeo y los mercados le mandaron inmediatamente a la calle. Se ha instalado la idea de que ante la crisis los ciudadanos han de obedecer y callar. Berlusconi era ya solo un patético bufón, pero no han sido los ciudadanos sino, otra vez, el directorio europeo y los mercados los que le han echado. En su lugar, el reino de los tecnócratas.

El discurso ideológico dominante dice que la crisis es solo económica y que se requieren soluciones técnicas. Por eso hay que poner a los que saben. Es la gran fantasmada. ¿Qué hicieron los que saben para evitar los estropicios que llevaron a la crisis? ¿Dónde estaban cuando se impuso el principio de que todo era posible y se arrasó la economía europea? No, la crisis no es solo económica, es también política. Durante muchos años se ha practicado el descrédito sistemático de la política. Y, sin embargo, solo la política puede recomponer los equilibrios rotos que se han llevado por delante a mucha gente y que ahora amenazan con arrastrar a Europa y a la democracia.

En España, hemos tenido la suerte de que el cambio de Gobierno lo votarán los ciudadanos. ¿Será el próximo Gobierno el último antes de llegar a la solución tecnocrática? Como revelan todas las encuestas la gente está deprimida, pesimista y asustada. No es el mejor estado de ánimo para hacer sentir su voz ante los gobernantes. Con este espíritu más bien hay tendencia a aceptar lo que impongan los mercados y el directorio europeo sin rechistar. Es decir, a dar por hecho que nuestros Gobiernos pintan poco. Ante la magnitud de los problemas que se acumulan, la sensación de que Europa sigue obsesionada en unas políticas cuyos efectos positivos no se ven por ninguna parte, la sospecha de que todo está orientado a un solo objetivo que es salvar a los bancos alemanes y franceses (una estrategia ciega, porque cuando se haya destruido el resto de Europa también se hundirán ellos) hacen que la llamada fiesta de la democracia, el día electoral, se presente más bien con música de funeral.

En este clima, en las últimas horas ha cundido la idea de un virtual Gobierno de concentración nacional. Otro disparo al corazón de la política. Llegar a las soluciones de última instancia siempre es de alto riesgo. El Gobierno de concentración es un remedo del gobierno de tecnócratas. Es una manera de decir que los problemas tienen una única solución, que cualquiera que gobernara debería aplicar la misma receta, que la receta será dura y que hay que aunar fuerzas para hacerla tragar a los ciudadanos. ¿Y cuando fracase el Gobierno de concentración, qué? No, el que gane que asuma sus responsabilidades y gobierne. Rajoy ya no puede vivir más de “estar por ahí”. Por el hecho de estar, los mercados ya han avisado, no resolverá nada. Y el que esté en la oposición que trabaje para reconstruirse como alternativa y para mantener viva la deliberación democrática. Hay que evitar a toda costa que la crisis se lleve la democracia por delante.

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