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LA CAMPAÑA EN CATALUÑA

Cataluña y el soberanismo variable

CiU consolida su política de recortes y lo fía todo a negociar un pacto fiscal tras el 20-N Crece el sentimiento independentista tras la sentencia del Estatuto

Francesc Valls
Artur Mas y Joaquim Nadal, en el Parlamento de Cataluña.
Artur Mas y Joaquim Nadal, en el Parlamento de Cataluña.MARCEL•LÍ SÀENZ

"Pujol ha salido del armario", sostuvieron algunos tras la declaración independentista que el expresidente de la Generalitat hizo en 2009, cuando consideró caídos los puentes en la Sepharad del poeta Salvador Espriu. ¿Qué ha llevado al hombre al que la derecha más rancia coronó en 1986 español del año a tomar la vía de la secesión? ¿Qué ha movido al político que pactó siempre con fuerzas de ámbito español —PP o PSOE— a esa posición?

Joan B. Culla, historiador y conocedor de la Cataluña contemporánea, cree que el expresidente de la Generalitat lleva en su ADN la corriente dominante del nacionalismo y que si ha cambiado de posición es porque también se ha movido el centro de gravedad del catalanismo. El punto de partida de este cambio es claro, en opinión del vicesecretario primero del Partit dels Socialistes, Miquel Iceta: "La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto fue un golpe muy duro para los que defendemos el anclaje con España". La decepción por el hecho de que el Alto Tribunal enmendara la plana a un texto respaldado por el Parlamento catalán, las Cortes Generales y la ciudadanía de Cataluña en referéndum ha generado, en opinión de Iceta, mayor efervescencia del soberanismo, pero también del polo opuesto: el españolismo de PP y Ciutadans.

Entre la opinión publicada y los creadores de opinión de los medios catalanes es habitual lo que hace unos años era excéntrico: hablar abiertamente de la independencia de Cataluña. Ahora el 45,4% de los catalanes, según datos del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, votaría sí en un hipotético referéndum sobre la separación de España.

Alicia Sánchez-Camacho, presidenta del PP de Cataluña, prefiere no creer en esas cifras y opina que el independentismo no crece: "Ya se vio en las elecciones; lo que sucede es que la pregunta de la encuesta es sesgada".

Después del 20-N se verá si el giro de CiU se queda en mero verbalismo

Con todo, el soberanismo es el mar en el que CiU trata de efectuar la maniobra reina del surf: deslizarse con el pacto fiscal por el interior del tubo que crea la ola al romper. Este sueño de surfista entraña una gran dificultad y requiere ser extraordinariamente hábil. Pero el Gobierno de Artur Mas está en estado de gracia. Los empresarios se confiesan devotos del pacto fiscal e incondicionales de los recortes especialmente profundos que practica el Ejecutivo nacionalista. Incluso la patronal CECOT, integrada en Fomento del Trabajo Nacional, decidió hace unos días galardonar por su política de recortes al consejero de Salud, Boi Ruiz. La lógica económica, en opinión del catedrático de Ciencia Política Joan Subirats, pesa mucho en CiU. "Es como si perviviera de forma anacrónica una cierta idea de estado-nación y de que, con los nacionalistas gobernando, los empresarios están más protegidos", subraya Subirats.

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CiU ha tenido la habilidad de vincular los recortes presupuestarios a la necesidad de mejorar la financiación. La fórmula ha hecho fortuna de momento. Aunque las urnas pueden pasarle factura el próximo 20-N, según reconoce el propio presidente Mas. "Estamos aplicando las tijeras y eso hace mucho más fácil que la gente comprenda el agravio comparativo que tenemos en financiación y que, de tener concierto económico, iríamos mejor", asegura un dirigente de la federación nacionalista.

La política practicada este año de gobierno por Mas es entendida por la izquierda como un giro liberal, al que CiU, asegura Iceta, "se ha apuntado sin complejos". La misma opinión sostiene el presidente de Iniciativa-Verds, Joan Herrera, quien en el Parlamento catalán propugnaba el pacto fiscal para superar las distancias económico sociales en el seno de la propia sociedad catalana y mejorar la situación de los segmentos más afectados por la ola de recortes, que juzga de corte neoliberal. La izquierda considera que el tijeretazo en la sanidad es un ejemplo de ello. Joan B. Culla, en cambio, cree que no estamos ante un giro liberal, sino ante una política responsable a la hora de ajustarse el cinturón.

En cualquier caso, un 75% de los catalanes se declara partidario de un nuevo sistema de financiación, pero al tiempo un 74% opina que la situación actual es peor que la del año pasado. Y qué decir del futuro: un 70% de los encuestados cree que los nubarrones tampoco van a escampar el año que viene, según los datos del último barómetro del CEO.

La patronal es devota del pacto fiscal e incondicional de los recortes

Mientras, CiU sigue su navegación de cabotaje, sin perder de vista la costa, porque, a juicio de Culla, la federación no tiene clara la hoja de ruta. CiU debe estar pendiente de los movimientos tectónicos del catalanismo para elaborar su cartografía. Y la hora de la verdad llegará tras el 20-N. Para Antón Costas, catedrático de Política Económica, el vuelco total de CiU hacia el soberanismo no va a ser fácil. "Tiene mucho de táctico y creo que al final pesará el alma más moderada de la federación", agrega.

En cambio, para Culla, "los viejos esquemas convergentes, de cuando CiU tenía el monopolio del nacionalismo, ya no sirven". Ahí están los referéndums sobre la independencia, de los que buena parte de los dirigentes históricos de CiU empezaron abominando para acabar participando en ellos. O la multitudinaria manifestación del 10 de julio de 2010 contra la sentencia del Estatuto, que organizó Òmnium Cultural. "La pérdida del monopolio le complica el futuro a CiU", añade Culla. Después del 20-N se verá si el giro soberanista se queda en mero verbalismo y se vuelve al pragmatismo de antaño, o bien el derecho a decidir ha calado tan profundamente en la federación nacionalista que marca el inicio del camino hacia tesis independentistas.

"Lo cierto", concluye Subirats, "es que cada vez es más complejo mantener la lógica del independentismo dentro de la globalización". En la Europa actual, ni los países con Estado eligen sus dependencias, sino que les vienen impuestas, agrega.

El "autogol" del Estatuto

El expresidente Pasqual Maragall le levantó el brazo al joven José Luis Rodríguez Zapatero desde el balcón de la Generalitat en la plaza de Sant Jaume de Barcelona. Un Zapatero sonriente, flanqueado por Josep Lluís Carod (ERC) y Joan Saura ICV), saludó a los congregados que celebraban el fin de 23 años de gobiernos de Convergència en Cataluña. Era el 20 de diciembre de 2003 y en España el presidente del Ejecutivo central era José María Aznar.

Luego llegó la tortuosa tramitación del Estatuto que impulsó el tripartito y del que el PP se mantuvo al margen. Después, “la castración química” a la que, según Alfonso Guerra, fue sometido el texto en las Cortes. Finalmente, la sentencia del Tribunal Constitucional. Muchos jalones en ese proceso de desencuentro entre Cataluña y España.

Joan B. Culla recuerda el viaje que el 2 de noviembre de 2005 hizo una numerosa delegación catalana para presentar en el Ateneo de Madrid el texto estatutario. “El único asistente relevante no catalán era Santiago Carrillo”, agrega. Era como si la campaña del Partido Popular de recogida de firmas contra el texto estatutario en toda España o el boicoteo de productos catalanes lanzado desde cadenas televisivas autonómicas hubieran surtido efecto en la intelectualidad más liberal o de izquierdas, opina un dirigente de Convergència.

Ahora, con la perspectiva de los años y tras la sentencia del Constitucional, la impresión generalizada entre los partidos catalanes es que se malgastó mucha pólvora para unos resultados tan exiguos. El blindaje con el que se querían proteger las competencias ha sido tan poco efectivo como la Línea Maginot.

Algunos incluso van más lejos. El Estatuto fue un “autogol”, ya que la sentencia ha acotado mucho más que anteriormente el grado de autogobierno en Cataluña, subraya un dirigente de CiU.

Alicia Sánchez-Camacho, en cambio, opina que el tripartito y ahora el “giro separatista de CiU” han perjudicado mucho a Cataluña. “Lo que altera la paz son algunos medios de Madrid, a los que desde Cataluña tomamos como si fueran España entera”, afirma el economista Antón Costas, que no aprecia rastros de ese anticatalanismo, “ni económica ni políticamente”, afirma.

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