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Un interminable juego del gato y el ratón

Rajoy, rocoso, echa balones fuera cuando Rubalcaba le pregunta por sus planes El candidato del PSOE, a la ofensiva, llega a hablar de lo que “va a hacer” su rival

Carlos E. Cué
Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy llegan a la mesa del plató donde celebraron el único debate televisado entre ellos en esta campaña.
Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy llegan a la mesa del plató donde celebraron el único debate televisado entre ellos en esta campaña.ULY MARTÍN

Es difícil pensar que un candidato con todo cuesta arriba, como Alfredo Pérez Rubalcaba, crea que puede ganar las elecciones. Es mucho más razonable imaginar que realmente está jugando a intentar evitar una mayoría absoluta del PP y una derrota aplastante del PSOE que le condenaría a una durísima travesía del desierto. Solo visto desde esa perspectiva se puede entender una estrategia arriesgadísima que Rubalcaba puso en marcha ayer: habló de su rival como si diera por hecho que va a ganar —“le voy a decir lo que va a hacer usted, usted va a rebajar el seguro del desempleo”—.

El objetivo era evidente desde el primer momento: romper la estrategia fundamental de Rajoy en estos últimos años, que consiste en no aclarar sus planes más duros, evitar dar miedo.

Rubalcaba trató, una y otra vez, de dibujar a Rajoy como un representante de los empresarios, aliado con la CEOE, que va a quitar derechos a los trabajadores, que va a reducir el seguro de desempleo, y va a dejar sin convenio y al albur de la voluntad de los empresarios a los españoles que trabajan para pymes, lo que forzará bajadas de sueldos.

Una y otra vez, con todo tipo de técnicas, con el propio programa del PP, y en ocasiones casi como si fuera un entrevistador al que Rajoy no contestaba, Rubalcaba trató de demostrar a los televidentes que el líder del PP tiene un programa oculto. Pero enfrente se encontró un hombre, como Rajoy, muy rocoso, que evitaba una y otra vez las preguntas. Y que se molestó con algunas de ellas. “Eso es mentira”, llegó a decir en algún momento. Rajoy no quiso entrar a nada. Jugaba al empate, a ganar sin entrar al campo, como a él le gusta. Tampoco quiso debatir sobre impuestos, cuando Rubalcaba le planteó su idea de gravar a las grandes fortunas, como en Francia, o a los bancos, como en Inglaterra.

Rubalcaba quiso mostrar que Rajoy aplicará recetas de los empresarios

El líder del PP ni siquiera se molestó en sacar sus propuestas. El candidato del PSOE sí arriesgó con las suyas. Habló de replantear las inversiones en Defensa, pero sobre todo de pedir a la UE un retraso de dos años en los objetivos de déficit, porque los recortes están ahogando a las economías europeas. Rajoy tenía todo preparado, y para no salirse del guion leyó constantemente sus papeles, mientras Rubalcaba no lo hacía. El líder del PP miró sus notas 12 veces más que su rival (585 veces frente a 48). Incluso en su alocución final, que en teoría llevaba tres días preparando, leyó casi todo el tiempo.

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En realidad, el formato del debate, con largos monólogos —aunque hubo algunos cruces rápidos, los momentos más vivos e interesantes— era perfecto para Rajoy, que así evitaba contestar a las preguntas de su oponente. Además, tenía un comodín cada vez que algo se complicaba mínimamente: los cinco millones de parados. Unos segundos tardó en sacarlos en su primer discurso, y cada vez que Rubalcaba le apretaba con algún asunto, sobre todo con las políticas sociales, él le recordaba que con el PSOE se destruyeron tres millones de empleos.

Rajoy tenía una enorme ventaja: podía acudir a los desastrosos datos de la economía. Y lo hizo en todo momento, lanzándose contra el Gobierno. Tanto que Rubalcaba le espetó: “Creo que los parados esperan de nosotros algo más y no solo que les digamos que están parados, esperan soluciones”.

Apenas hubo sorpresas. Aunque Rajoy, que se había preparado muchos datos, parecía no conocer bien su propio programa, mientras Rubalcaba, que fue creciendo a lo largo del debate, lo tenía claramente muy estudiado.

El líder del PP, que leyó mucho, dice que no congelará las pensiones

Rajoy sabía que Rubalcaba intentaría movilizar a sus abstencionistas dibujando un PP muy duro. Esquivó los golpes, dejó pasar el tiempo, y en asuntos sensibles, como las pensiones, se curó en salud antes de asegurar: “Yo no voy a congelar las pensiones”, prometió. Pero hablaba de 2013. Aún no está claro qué hará con el Presupuesto de 2012, ya que si lo prorroga, mantendría la congelación que hizo el PSOE.

Rubalcaba no se rindió en ningún momento en su intento de lograr que Rajoy aclarara algunos puntos de su programa. Sobre todo después del primer bloque, centrado en el paro y mucho más complicado para él.

El momento de mayor tensión se produjo, como estaba previsto, cuando Rubalcaba trató de lanzar contra Rajoy el modelo de Madrid, especialmente en educación y en sanidad. “Con ustedes la sanidad y la educación pública no están garantizadas”, le llegó a decir después de ofrecer datos sobre los porcentajes de niños inmigrantes (el 80%) que van a colegios públicos o las ayudas a la educación de élite. Rajoy contestaba a todo interrumpiendo a Rubalcaba: “Eso es una insidia”, “eso no es verdad”, “eso tendrá usted que probarlo”. El socialista le invitaba constantemente a leer la prensa para informarse.

En algún momento, hubo incluso gestos de desprecio. Rajoy, poco acostumbrado a las preguntas y repreguntas, hizo enormes esfuerzos para mantener el tono calmado que tenía preparado. “¡Déjeme hablar! No le va tan mal el debate, no se ponga nervioso”, le llegó a espetar.

A Rubalcaba se le acababa el debate —solo hay uno— y Rajoy seguía despejando todos los balones. Y así, en el último bloque, el que más temían los populares porque ahí se podía hablar de aborto y matrimonio homosexual, se lanzó al cuello de su rival: “Me extraña que personas tan liberales en economía se opongan incluso a la píldora poscoital. Han hecho ustedes un recurso contra el matrimonio homosexual. Dígale a los que ya se han casado que no teman, que no van a cambiar, que van a poder seguir casados. ¡Dígaselo!”. Rajoy, de nuevo, esquivó el tiro. Rubalcaba insistió. Y Rajoy volvió a esquivarlo. Y así, en un constante juego del gato y el ratón, se fue el debate. Y no habrá más.

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