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¿Y ahora quién paga esto?

Cesa la única compañía que operaba en el aeropuerto de Ciudad Real El aeródromo tiene una de las mayores pistas de aterrizaje de Europa

Francisco Peregil
Primer vuelo del aeropuerto Don Quijote de Ciudad Real con destino a Barcelona, el 19 de diciembre de 2008.
Primer vuelo del aeropuerto Don Quijote de Ciudad Real con destino a Barcelona, el 19 de diciembre de 2008.ULY MARTÍN

Que no cunda el pánico: el aeropuerto de Ciudad Real no cerrará hoy. Ni mañana, ni pasado. Buena parte de la plantilla está ofuscada porque en la prensa se ha venido informando sobre el “cierre” del “aeropuerto fantasma”. Es cierto que la compañía de bajo coste Vueling dejará de operar allí a partir de hoy. Ha concluido su contrato por el que venía recibiendo subvenciones públicas. Era la única aerolínea comercial que trabajaba en el aeropuerto y ya se va. Es cierto también que los indignados de Ciudad Real tienen previsto manifestarse en las instalaciones para protestar por lo que consideran un dispendio. Vale. Pero si usted dispone de una avioneta o un helicóptero, aún está a tiempo de aterrizar en el también llamado Aeropuerto Don Quijote.

Y así podrá hacerse el encontradizo por los vestíbulos y dejarle su tarjeta de presentación a algún jeque de Emiratos Árabes Unidos, a Carolina de Mónaco, a algún miembro de la monarquía británica. Este fin de semana, sin ir más lejos, hay previstos unos 18 vuelos privados.

A los exigentes viajeros que utilicen a partir de ahora el aeropuerto no se les escatimará detalle. A pesar del expediente de regulación de empleo (ERE) implantado desde enero, y de que varias decenas de trabajadores ya se han ido al paro, la plantilla aún cuenta con 86 personas. Usted podrá comprobar que no falta detalle: los guardias civiles inspeccionarán las armas de caza, los policías nacionales revisarán los pasaportes, un equipo de bomberos intentará mantenerse concentrado ante cualquier posible accidente y el camarero de la cafetería procurará atenderle lo mejor posible, aunque no le esté permitido hablar con la prensa.

Está todo nuevo, tal como lucía aquel 19 de diciembre de 2008 en que se inauguró. Aún se leen carteles en los vestíbulos impolutos: “Despegan nuestros sueños. Nuevas relaciones, nuevas dimensiones, distintos horizontes. Ayuntamiento de Ciudad Real”. Para que despegaran los sueños se levantó una pasarela que iba desde la terminal a unas vías del AVE, situadas a menos de medio kilómetro, donde se pretendía construir una estación. Se dotó a las instalaciones con una de las mayores pistas de aterrizaje de Europa (4.200 metros de longitud), donde podría aterrizar hasta el Airbus-380, la aeronave comercial más grande del mundo. En diciembre de 2008 comenzaron a circular dos autobuses cada hora, desde Ciudad Real y Puertollano. Algunas veces se llenaban de lo que parecían ser viajeros con maletas, pero al final resultaban actores de algún anuncio de promoción. Desde hace meses los autobuses solo se desplazaban al aeropuerto cuando llegaba algún vuelo.

“Despegan nuestros sueños”, aún se lee en un cartel del Ayuntamiento

Ahora, la carrera de 18 kilómetros en taxi desde Ciudad Real cuesta 24 euros. Y los únicos coches que se ven en el aparcamiento pertenecen al personal de la empresa. Excepto dos limusinas blancas con las ruedas más bien desinfladas por el poco uso. Algunos empleados empezaron a olfatear que algo iba mal en la gestión cuando comprobaron que a veces había más personal asistiendo al avión que pasajeros. Veían que no tenía mucho sentido cargar 2.700 litros de combustibles en un avión como el que llegó el pasado miércoles desde Mallorca, con capacidad para 180 personas y solo 18 ocupantes.

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Ahora que la pasarela hacia el AVE está colgada en el aire, como enorme metáfora de los sueños truncados, ahora que la compañía propietaria está intervenida por los jueces, después de más de 500 millones invertidos y una deuda acumulada que los acreedores estiman en 319 millones de euros, cabe preguntarse: “¿No hubo nadie en una ciudad de 72.000 almas que dudara sobre la viabilidad del asunto?”, “Muy poca gente nos opusimos”, asume el periodista Carlos Otto. “Estaba muy mal visto, era como ir contra los intereses del pueblo. Solo los ecologistas lo hicieron. Y algunos de ellos han recibido presiones y han dejado de aparecer en la prensa”. “La nuestra no fue una voz crítica”, reconoce Felipe Pérez, secretario general de Comisiones Obreras en Ciudad Real. “Pero cuando te dicen que se podían crear hasta 20.000 puestos de trabajo, ¿cómo dices que no?”. En la ciudad no se palpa un sentimiento de indignación generalizada. Y si uno tiene la mala suerte de llegar a la estación del AVE cargando con equipaje y buscando consigna donde meterlo, empezará a entenderlo.

—La gente se cabrea —dice una empleada— pero es que no hay consignas.

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—¿Y qué hace la gente con las maletas? ¿Qué hago yo ahora con ella?

Unos tras otros, los empleados se irán encogiendo de hombros. Es el mismo encogimiento que empleará la alcaldesa, Rosa Romero, del PP: “El aeropuerto fue una inversión privada, nosotros no tenemos nada que ver”. Fue una respuesta similar a la que ofreció un colaborador en nombre del expresidente José María Barreda, ahora candidato número uno al Congreso en las listas del PSOE por Ciudad Real. Pero lo cierto es que detrás de ese aeropuerto había mucho dinero público: el que aportó la Caja de Ahorros de Castilla la Mancha (CCM). La Caja poseía el 35% de las acciones. Y además prestó dinero a accionistas privados por valor de otro 25%, según calculan diversos inversores. Pero en marzo de 2009, el Banco de España decidió iniciar su cadena de intervenciones en cajas como la de Castilla la Mancha, presidida por el exdiputado socialista Juan Pedro Hernández Moltó. Y a partir de entonces, los sueños empezaron a estrellarse contra el suelo en forma de pesadilla.

A pesar de todo, uno de los grandes artífices del proyecto, el constructor de Ciudad Real Domingo Díaz de Mera, está convencido de que aún tiene futuro. “La idea inicial era hacer un gran puerto de cargas. Pero tuvimos la mala fortuna de que se nos cruzara la crisis financiera por el camino. Pero este proyecto no tiene nada que ver con la locura de aeropuerto que se ha hecho en Castellón. Aquí, la Administración pública no ha puesto un duro. La gente cree que porque yo conozco a José María Barreda desde pequeño él me ha dado algo. Y no hay nada más alejado de la realidad. Yo creo que he perdido unos 17 millones de euros. Pero yo pierdo y me olvido. Las cosas las hace uno por la satisfacción de que salgan bien. Y en cuanto AENA se privatice en uno o dos años, este aeropuerto va a estar muy bien cotizado”.

Así nació la idea

Un pretexto para recalificar suelo y dar un gran pelotazo en la España de finales de los noventa. Eso es lo que el secretario general de CC OO en Ciudad Real, Felipe Pérez, cree que había detrás del proyecto del aeropuerto. "Los constructores concibieron esto como un gran aeropuerto de cargas. El negocio pretendían hacerlo vendiendo a precio industrial para instalar naves un terreno aledaño. Pero los ecologistas denunciaron y eso arruinó los planes iniciales".

Sin embargo, la versión de quien entonces era el presidente de la Cámara de Comercio de Ciudad Real, el constructor Juan Antonio León Triviño, es muy distinta. “La idea nació a raíz de una instancia del Ministerio de Economía, cuyo responsable a finales de los noventa era Rodrigo Rato. Se hicieron unas auditorías en las cámaras de comercio y a nosotros nos recomendaron que promoviéramos el comercio exterior y que estudiásemos la posibilidad de crear un aeropuerto de carga. Y eso hicimos. Contamos con el gran apoyo del entonces ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos”.

El constructor León Triviño asegura que perdió ocho millones de euros en el proyecto e insiste en afirmar que la Junta de Castilla-La Mancha no puso un céntimo en el proyecto.

Sin embargo, la iniciativa no habría sido posible sin los más de cien millones de euros que depositó la Caja de Castilla la Mancha en el proyecto y sin las decenas de créditos que concedió a accionistas privados. Una caja cuyos gestores fueron nombrados tanto por dirigentes del PSOE como del Partido Popular.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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