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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

TV-3: ¿queremos un espejo roto?

"Con al esfuerzo de nuestros profesionales y de todo el sector audiovisual hemos podido hacer más con menos", asegura la directora de TV-3

Los medios de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA) –TV-3 y sus canales temáticos, Catalunya Ràdio y sus emisoras, y todos sus servicios a la red- se financian, de acuerdo con la ley aprobada en el Parlament, a través de ingresos públicos y comerciales. Desde que llegué a la dirección de TV-3, en mayo de 2008, la crisis económica se ha hecho sentir con un fuerte descenso de los ingresos publicitarios – de más de 60 millones de euros en cinco años-. Añadamos a ello la bajada de la contribución de los recursos públicos: la aportación aprobada por el Parlament para la CCMA en 2010 era de 350 millones de euros, y en 2011, de 300. La contribución pública ha pasado en muy poco tiempo de unos 50 euros por ciudadano/año a 40. ¿Cómo lo hemos hecho? Desde 2008 hasta ahora hemos reducido costes de forma sistemática y drástica. No hemos hecho bandera de eso, ni publicidad, sencillamente nos hemos adaptado a los tiempos que vivimos.

Afortunadamente, gracias al esfuerzo de nuestros profesionales y de todo el sector audiovisual que colabora con nosotros, hemos podido hacer más con menos. Hemos recuperado el liderazgo de TV-3 y hemos posicionado los canales temáticos en un entorno de fragmentación creciente de la audiencia y de cambios tecnológicos constantes –paso del analógico al digital y consumo de contenidos en la red-. Circulan por todas partes cifras interesadas que no corresponden a la realidad y me parece justo que los ciudadanos de Cataluña sepan de primera mano que los medios de comunicación de su país, comprometidos en el servicio público, han hecho desde 2008 hasta ahora un esfuerzo continuado de reducción del gasto. Este esfuerzo ha afectado a la producción, la programación, la compra de derechos y el salario de los directivos y de nuestros trabajadores, que se lo han rebajado voluntariamente un 5%. Como directora de TV-3, esta es la decisión de los profesionales de la televisión pública catalana de la que me siento más orgullosa y que me hace confiar en el futuro y en los cambios que necesariamente deberemos afrontar.

La contribución pública ha pasado en muy poco tiempo de unos 50 euros por ciudadano/año a 40. ¿Cómo lo hemos hecho? Desde 2008 hasta ahora hemos reducido costes de forma sistemática y drástica. 

Pero esta medida se adoptó al comprobar que la reducción de ingresos afectaba ya al servicio. Hemos reducido la producción de programas propios o en colaboración con el sector audiovisual, y renegociado a la baja sus costes; hemos comprado menos producciones extranjeras; hemos disminuido las inversiones tecnológicas y hemos eliminado sociedades y cargos directivos para reducir nuestra estructura empresarial. Sin embargo, eso no nos ha impedido ofrecer a los niños un canal propio en catalán; dedicar a la cultura y al documental más horas de emisión que nunca; abrir espacios de debate social y de reflexión; prestar más atención a colectivos, intereses y deportes minoritarios; rentabilizar los derechos deportivos y disminuir sus costes con nuevas negociaciones con vistas al futuro. Lo hacemos porque es nuestra función, porque creemos en ello y porque somos un servicio público volcado en nuestra realidad social, cultural y económica. Por eso, hemos batallado para ofrecer más horas de emisión en lengua catalana: ahora mismo, nuestros canales concentran casi el 20% de la audiencia televisiva de nuestro país. El resto es mayoritariamente consumo en castellano.

En estos momentos, queremos poner en el punto de mira el servicio público que hacemos. Es fácil porque es el más potente escaparate que tenemos del país, instrumento fundamental de cohesión social y territorial, y expresión de nuestra realidad nacional, pero también competidor en catalán de los grupos mediáticos privados, principalmente españoles, que ahora tienen menos beneficios que antes, sin dejar de ganar mucho dinero. Estos operadores, no contentos con haber conseguido que la nueva ley del audiovisual española disminuya los recursos y la competitividad del servicio público de TVE, y también del nuestro, ahora presionan para debilitarnos aún más con el argumento de la crisis. Pero sería bueno que no confundiéramos los intereses privados con la realidad. Este trasfondo existe, y vale la pena recordarlo cuando, en determinados medios o plataformas de opinión, únicamente se señala el coste del servicio público y no se habla nunca de la función social que cumplimos.

No son acentos inocentes los que se llenan la boca de cifras –aunque sean falsas- pero callan que un tercio de la inversión de nuestro servicio va a parar directamente a la creación de puestos de trabajo en el sector privado audiovisual, fuerte en nuestro país y con mucho talento, a través del cine, los documentales, la animación, la productoras de contenidos y de servicios, los distribuidores independientes, los estudios de doblaje y tantos otros ámbitos que dependen de nuestra fuerza ante el resto de mercados. Somos y seguiremos siendo el motor de la industria audiovisual catalana, por encargo del Parlament de Cataluña e impulsores de nuestra cultura y lengua a través de la máxima cantidad posible de canales.

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Todo esto no implica que no sigamos reduciendo nuestro gasto según lo que conviene en el momento actual. Asumiremos, como hace todo el mundo y como ya hemos hecho, el esfuerzo necesario para repensarnos, para tener una estructura aún más eficiente, pero confiamos en la corresponsabilidad de nuestra sociedad y sus representantes políticos para no caer en el error de debilitar un servicio público que siempre ha estado comprometido con el país, con la lengua, la pluralidad y la diversidad. Sin unos medios públicos potentes y comprometidos dejamos la potenciación del imaginario colectivo de nuestra sociedad, el espejo de quiénes somos y cómo nos explicamos, en manos de operadores privados que solo buscan la rentabilidad económica, aunque sea en detrimento de la calidad, del respeto a la intimidad y de la pluralidad de todo orden. Deben ser los ciudadanos de Cataluña quienes valoren si quieren continuar o no teniendo un servicio público de medios de comunicación en catalán que les permita ver una programación con valores, informativos de referencia, documentales en prime time, programas de entretenimiento de calidad, espacios de humor autocrítico o grandes acontecimientos como La marató, La festa dels súpers o los éxitos de nuestros deportistas en las competiciones de élite. Y todo con una inversión por habitante inferior a la de cualquier televisión pública europea homologable, como la belga, la francesa o la alemana.

Somos conscientes de que atravesamos una situación durísima y, como hemos hecho desde 2008, trabajamos con responsabilidad y criterios de austeridad para reducir el gasto sin laminar la potencia de nuestro servicio. Los años que tenemos por delante nos permitirán repensar cómo trabajamos para adaptarnos a una nueva etapa en la cual menos recursos han de crear más contenidos y difundirlos a través de todas las plataformas posibles. Es obligación nuestra encontrar caminos alternativos a los que hemos tenido hasta ahora, para evitar dar un rodeo, y lo haremos desde el criterio de servicio a la sociedad y a la calidad que hacen posible nuestros profesionales. Pero en ningún caso clamaremos al cielo porque unos cuantos intereses privados disfracen de crisis su intento de resquebrajar una herramienta de país y los valores que representa.

Mònica Terribas es directora de TV-3.

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