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Los recortes obligan a los campus a aplicar Bolonia “a la española”

Los rectores tienen recursos a la baja y cada vez más necesidades

Pablo Linde
Cientos de personas se manifiestan en Madrid contra los recortes educativos
Cientos de personas se manifiestan en Madrid contra los recortes educativosFERNANDO ALVARADO (EFE)

Más necesidades y menos recursos. La mayoría de las universidades inicia el curso bajo estas dos premisas. Las consecuencias son variadas, según los centros, pero la situación que afronta Ricardo Galli, profesor en la Universidad de las Islas Baleares, resume bien cómo se presenta el panorama: “En mi departamento no han renovado a muchos asociados, entre ellos, al de las asignaturas de Sistemas Operativos. Ahora le tiene que cubrir otra profesora, yo ya estoy pasado de horas, que nunca había dado nada similar. Está estudiando como loca, le doy clases, y la pobre está con vómitos y sin dormir por los nervios. También afrontamos el plan Bolonia. Este año comienzan las del segundo curso de informática, y mi asignatura de Ampliación de Sistemas Operativos. En el plan antiguo dábamos dos horas semanales de teoría y dos de programación en el laboratorio. Gracias a los recortes, tendremos tres semanales de aula y solo una de laboratorio”.

Bolonia, la reforma europea de la universidades para darles una estructura común en todo el continente, llega a su segundo año en la inmensa mayoría de las titulaciones (las pioneras van por el tercero o incluso, por el cuarto). Se tiene que aplicar, pero no queda más remedio que hacerlo “a la española”, como lo define el rector de la Universidad de Santiago de Compostela, Juan Casares Long. El Espacio Europeo de Educación Superior suponía, entre otras cosas, una atención más individualizada, reducir los alumnos por clase y aumentar profesorado, pero más bien va a suceder al contrario. En otras palabras, las del rector de Salamanca, Daniel Hernández, se trata de una “Bolonia posibilista, ajustada a los recursos materiales y humanos, con cierta racionalización en el tamaño de los grupos, la división de aulas, teniendo en cuenta las circunstancias”.

Las universidades no hacen los presupuestos por cursos, sino por años. Y todavía no conocen los del que viene —el cálculo de los rectores es que este año ya han perdido unos 300 millones de euros de financiación—; ahora están a la espera de saber cuánto les aportan sus respectivas comunidades autónomas. Pero las previsiones no son optimistas. Una decena de rectores consultados insisten en que ya han recortado todos los gastos superfluos y están al límite de que se vea afectada la calidad de la enseñanza, si es que no sucede ya.

Datos universitarios

P. L.

La inversión estimada en educación de las Administraciones Públicas, en el presente año, es de 52.254,9 millones de euros, un 0,9% menos que en 2010. El descenso se debe, sobre todo, a los ajustes presupuestarios en los costes salariales de los funcionarios. Los rectores calculan que los campus públicos han perdido en torno a 300 millones de euros.

Los precios públicos de la primera matrícula universitaria aumentarán entre el 3,6 y el 7,6%. El margen lo determinan las comunidades autónomas. El número de alumnos en la universidad cayó desde 2000 a 2007, cuando no se llegaba al millón y medio de matriculados. Entre aquel año y el curso 2009/10 el número había crecido un 4%.

España dedica a la Universidad un 0,9% del PIB. Algunos rectores reclaman que se llegue al 2%. Las universidades españolas ofrecieron el curso pasado 2.338 grados y 2.429 másteres.

“Es que los recortes un año se pueden soportar, dos años puede, pero cuando se hacen estructurales acaban afectando al fondo de la Universidad”, afirma Eduardo Doménech, rector de la Universidad de la Laguna (Tenerife). “Hay una línea delgada entre ajuste en gestión y la pérdida de calidad en el servicio público”, añade el rector de Salamanca.

Las recetas para mantener esa calidad pasan, más allá de reducir al mínimo el gasto corriente, por reducir la oferta de másteres oficiales, del gasto de profesorado, intensificar la politica de captación de ingresos fuera de la financiación pública. Casares Long explica que su centro también está consiguiendo aportaciones extraordinarias gracias a las becas europeas a sus investigadores, como las tres starting grant que han conseguido en Santiago este año.

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El curso que empieza ofrecerá menos plazas, pero es previsible (así lo asegura la mayoría de las universidades) que el número de estudiantes continúe creciendo, una tendencia que comenzó en 2008. Una de las causas de este incremento es que muchos jóvenes “no encuentran sitio en el mercado laboral y deciden continuar los estudios”, explica Santiago Guerrero, gerente de la Universidad Autónoma de Barcelona. Sin embargo, habrá un descenso en el número de profesores, “una combinación que no es óptima”, añade.

Los rectores confiesan que no se cubren algunas jubilaciones y que, como el caso que contaba Galli, son muchos los asociados a quienes no se les renueva el contrato. “Es una figura importante, porque transmite una experiencia profesional y funciona de vínculo entre la empresa o las instituciones públicas y la Universidad”, subraya el presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), Federico Gutiérrez Solana.

Añade otro de los retos a los que se enfrenta la enseñanza superior este curso: “Habrá una demanda de entre 150.000 y 200.000 prácticas y no se pueden dejar al libre albedrío”. Para evitarlo, la CRUE firmó en abril pasado un acuerdo con las Cámaras de Comercio que persigue “reforzar los vínculos entre educación, empresa, investigación e innovación”.

Otro reto para las universidades es seguir perfilando los másteres, que en muchos casos se están reduciendo porque comenzaron con una oferta que no se correspondía con la demanda de los estudiantes ni la del mercado laboral. Miguel Angel Ruiz Carnicer, vicerrector de política académica de la Universidad de Zaragoza, explica por qué en su caso están prescindiendo de algunos: “Cuando se pusieron en marcha primeros en 2005, el enfoque era más bien convertir los doctorados en másteres, sobre todo los de excelencia. Por eso tenemos algunos que son muy punteros y otros muy de continuación de las carreras. No hay un contexto homogéneo. Ahora intentamos que el grado [el nuevo nombre de las carreras, sustituye a licenciaturas y diplomaturas], el máster y doctorado tengan cada uno una función específica”.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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