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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

De emancipador a liquidador

Desde mayo de 2010 todo fue mal para el presidente. Un año basura, en que ha caído a niveles de desconfianza sin precedentes. Y en que ha arrastrado a su partido a una situación crítica

Josep Ramoneda

Exhausto, Zapatero, que ya había anunciado que no seguiría en la carrera, se retira antes incluso de completar la etapa. La decisión de no volver a presentarse a las elecciones no sirvió para aliviar la derrota de los socialistas en las elecciones municipales y autonómicas. Ahora la pregunta es: ¿Este adelanto servirá al PSOE para evitar una nueva catástrofe?

No sé si Zapatero se habrá planteado qué hubiera ocurrido si, aquel infausto día de mayo de 2010 en que, bajo la presión insolente de los mercados y de algunos países amigos, dio un giro total a su política, hubiera optado por el digno gesto de dimitir y convocar elecciones. Probablemente, hubiese tomado el relevo el PP, que alcanzó cotas inauditas de frivolidad votando en contra de aquellas medidas. Sin duda las hubiese puesto en marcha igual solo de llegar al poder, sin que haya razones para pensar que hubiesen dado mejores resultados. Pero quizás Zapatero ahora sería una cierta reserva de la izquierda europea y no un político sin crédito.

La realidad es que desde aquel día todo fue mal para el presidente: un año basura, en que ha caído a niveles de desconfianza sin precedentes y en que ha arrastrado a su partido a una situación crítica. Zapatero el emancipador se ha ido convirtiendo en Zapatero el liquidador. El lado positivo de su herencia, los indiscutibles progresos en materia de derechos civiles y costumbres y la derrota de ETA, apenas lucen en medio del fangal de desconfianza en que Zapatero ha acabado atrapado. Probablemente el mal venía del principio. Zapatero nunca encontró el sitio como presidente. Como el camarero de Sartre, siempre dio la sensación de jugar a estadista más que de ser estadista. Y así entró en la crisis negándola mil veces hasta que le arrastró el potente imán de los mercados. Como le ha ocurrido demasiadas veces a la izquierda, no pensó en la economía para su proyecto y esta le ha engullido. Zapatero entró en una dinámica letal para él y para la democracia: se olvidó de dar cuentas a la ciudadanía y solo se preocupó de buscar la legitimidad en el poder económico. Sus publicitadas reuniones con banqueros y empresarios en la Moncloa son todo un símbolo de una época y del fracaso de un presidente que llegó con la promesa de un nuevo renacer para la izquierda. Al contrario de lo que ha dicho Zapatero, los discretos datos del paro y el tenue crecimiento demuestran que no habrá milagro, que la recuperación está lejos, de modo que las buenas noticias habrían sido escasas de aquí a marzo. La gente quiere cambio, porque Zapatero ha arruinado la marca PSOE, pero a pesar de ello confía más en el candidato Rubalcaba que en el candidato Rajoy. El paréntesis Zapatero se cierra con un panorama desolador. Sin renovación política y con el riesgo de que la derecha complete la gran restauración. La derecha nos ofrece un líder que al decir de los suyos resuelve los problemas sin mover una ceja. Solo que a veces tarda dos años, como en el caso Camps. Y la crisis no quiere demoras.

Rubalcaba, por su parte, necesita hacer olvidar al PSOE, precisamente para evitar que este se hunda irremisiblemente. En este contexto, ¿quién será capaz de generar algún espacio para la ilusión?

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