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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hay partido

Rubalcaba ofrece un giro suave a la izquierda: deberá explicar por qué no lo dio en el Gobierno

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ya tiene desde ayer un candidato oficial, Alfredo Pérez Rubalcaba, para enfrentarse a Mariano Rajoy, el hombre del Partido Popular en las próximas elecciones, que a mucho tardar deberán celebrarse antes de marzo de 2012. Y, por lo visto ayer, el PSOE cuenta con un candidato potente. Rubalcaba se estrenó con un discurso con el que intentaba varias cosas al tiempo: sentar plaza, contar en qué iban a consistir sus propuestas y, además, insuflar ánimos en su militancia, pero también en un electorado de izquierdas que hace bien poco, el 22 de mayo, dio la espalda a su partido. Con matices, se puede decir que Rubalcaba, el candidato, salió airoso en los tres frentes. Y en alguno más. Lo primero a destacar en su intervención es que el ya exvicepresidente logró situarse a sí mismo, y al partido que representa, donde él quería: en el campo de juego.

Rubalcaba dejó ayer la señal, precisa y clara, de que va a haber partido. De que por mucha ventaja que lleve el contrario, no está dispuesto a darse por vencido de antemano y que va a plantar cara a su adversario, porque así lo piden los 11 millones de votantes que en 2008 dieron su confianza al PSOE. Y ofreció la imagen de que hay ganas, e ideas, para lanzarse a algo más que minimizar la derrota.

Un partido, además, que Rubalcaba quiso situar en el terreno estricto de las diferencias políticas y el respeto a su adversario. Y lo hizo de forma explícita, recordando que el PP —sus dirigentes y sus militantes— no son los enemigos a batir, sino sus adversarios. Que los únicos enemigos lo son de todos: la crisis o las injusticias sociales. Y a esos sí que hay que combatirlos con todas las energías. Ojalá ese mensaje lograra calar, entre las propias filas socialistas y en la oposición, y pudiéramos tener unos meses, hasta los comicios, de decencia en las relaciones entre ambos partidos. Esta es una necesidad obligada si se quiere que los ciudadanos — 15-M incluidos, pero no solo ellos— recuperen el aprecio, o por lo menos el respeto hacia la clase política, tan imprescindible para el ejercicio real de la democracia.

En cuanto a las ideas, mezcla de generalidades y de concreciones, el discurso de Rubalcaba estuvo bien armado. El llamado giro a la izquierda, eso sí, moderado, se percibió nítidamente en el aire general del discurso. Ese resumen que él mismo hizo, con la lucha contra el paro como primer objetivo, la crisis económica en general como el segundo, una mejor distribución de la riqueza y la mejora de la calidad democrática en el tercer y cuarto puestos, constituye un apreciable arranque de intenciones, apuntaladas por algunos anuncios concretos.

Destacan entre esos puntos esa petición a los bancos para que parte de sus beneficios vayan a la creación de empleo, la recuperación del impuesto de patrimonio pero retocado con el fin de que se grave de verdad a las grandes fortunas, casi indemnes tras la gigantesca crisis que padecemos, y no la clase media, o el anuncio de que se va a estudiar un retoque serio al sistema electoral. Convendrá no olvidar esa cita tan expresa que hizo al sistema alemán.

No es posible utilizar el método científico, que tanto aprecia el químico Rubalcaba, en la política. No puede implementarse el sistema de prueba y error. Pero sí aprender de los errores. Y eso vino a decir Rubalcaba: hay que rectificar y cambiar, pero no abominemos de lo hecho. No repudiamos las medidas que hemos tomado hasta ahora, pero hay que corregir lo que creemos, tal como se ha visto, que no funcionó.

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En definitiva, y más con su anuncio de salida el gobierno, el ex ministro del Interior se está haciendo un papel creíble de candidato a tener en cuenta. Es dudoso que triunfen quienes busquen erosionarle recurriendo al pasado, haciendo de él poco menos que un bolchevique incendiario o atribuyéndole la crispación. Se va viendo que Rubalcaba afrontará esos obstáculos: hablará de futuro, no ofrece el aspecto de vociferante izquierdista y su discurso se aleja del tremendismo.

Claro que el candidato y su partido tendrán que forzarse al máximo si quieren recuperar posiciones y salir de la postración que muestran las encuestas. El cálculo socialista es que Rubalcaba genere esa confianza, o parte de ella, y que dé el primer impulso para salir del pozo. Pero también es cierto que han sido muchos los errores, y él ha sido corresponsable como vicepresidente. Bien están las buenas palabras, pero necesitará tiempo para demostrar que esas intenciones son tan buenas como sólidas. Para acreditarlo deberá explicar también por qué tantas cosas de las que propone no las impulsó desde el Gobierno. Así que, para todos, estamos ante una buena noticia: hay partido a disputar.

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