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Rubalcaba corona su liderazgo con un proyecto de futuro socialdemócrata

El candidato levanta el ánimo del PSOE con un discurso de esencias socialdemócratas

Luis R. Aizpeolea
Rubalcaba y Zapatero se abrazan en el acto de proclamación del candidato.
Rubalcaba y Zapatero se abrazan en el acto de proclamación del candidato. ULY MARTÍN

El recién proclamado candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, levantó ayer el ánimo de la militancia socialista, decaído por la derrota del 22-M, con la recuperación del discurso socialdemócrata, diluido en la difícil gestión del Gobierno de la crisis económica. El primer discurso de Rubalcaba como candidato, pronunciado en el recinto de los grandes eventos socialistas, el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, marcó su propia impronta ante la plana mayor del PSOE y con unos 1.300 invitados especiales como testigos, entre los que figuraba por primera vez en un acto del partido su esposa, Pilar Goya.

Ese giro ideológico fue lo más importante de la jornada porque el veterano político Rubalcaba dejó ayer de ser el eterno número dos del PSOE al superar la prueba del liderazgo al demostrar que es capaz de conectar con los suyos, de presentar un proyecto y de explicarlo. La acogida fue entusiasta. El propio presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que el jueves levantó muchas expectativas sobre el discurso, —“marcará un antes y un después”, manifestó—, dijo ayer que “las había superado con creces”.

Rubalcaba no pronunció un mitin sino una lección profesoral de una hora de duración, a la que trató de ajustarse rigurosamente con miradas al reloj. Trató de buscar cercanía. Se presentó como hombre de Estado al huir de los efectismos y las frases fáciles y evitar la confrontación con el PP. Precisó en ese sentido sobre la derecha: “No son nuestros enemigos sino nuestros adversarios”. Y como muestra no citó una sola vez a su futuro rival en las próximas generales, Mariano Rajoy. Con esa estrategia pretendió marcar un nuevo estilo de hacer política y atender a la demanda ciudadana, que aborrece la crispación.

Fue el de Rubalcaba un discurso de propuestas, estructurado en cuatro apartados —empleo, economía sana, igualdad y política democrática—que mostraron el conocimiento que tiene de las preocupaciones de los españoles y cómo no hace falta recurrir a artificios para provocar el interés de los asistentes. Fueron propuestas ambiciosas y adaptadas al momento e inmersas, además, en el contexto de la Unión Europea, de la que hizo una defensa apasionada. Algunas muy aplaudidas por los asistentes, como la recuperación del impuesto para los grandes patrimonios, el retorno de los beneficios de los bancos para promover el empleo juvenil y la recuperación del control del urbanismo por el Estado para evitar la corrupción. Todo ello, como la defensa de la sanidad pública gratuita y la educación, reafirmaron la recuperación del discurso socialdemócrata por el PSOE en un intento de reconquistar el electorado perdido de centroizquierda.

El candidato socialista lleva días tratando de salvar la aparente contradicción entre su proyecto-programa y la labor del Gobierno del que acaba de anunciar su salida, al señalar que en su discurso iba a plantear propuestas que el Ejecutivo no ha podido llevar a cabo porque los tiempos son distintos. El proyecto-programa está planteado para dentro de un año, cuando ya la economía española haya entrado, aunque lentamente, en una etapa de recuperación.

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Sin embargo, el Gobierno tiene aún, y sobre todo ha tenido, que afrontar una política de choque contra la crisis económica y una reestructuración del sistema bancario que ha impedido tomar medidas como las que ayer propuso el candidato.

Rubalcaba lo escenificó ayer, con su estilo didáctico, al confesar cómo la noche del 9 de mayo de 2010, la que gestó la decisión del presidente del Gobierno de congelar la pensiones y bajar el sueldo a los funcionarios para evitar una intervención de la economía española, Zapatero le confesó: “No nos puede pasar lo que le va a pasar a Grecia porque sería fatal para toda una geenración de españoles”. “Ni me habló de votos. Ni de su futuro ni siquiera del PSOE. Sólo le preocupaba el futuro de España. Gracias por todo”, le dijo Rubalcaba a un Zapatero visiblemente emocionado.

Sólo hubo un atisbo de desmarque de Rubalcaba de la acción del Gobierno, al que ha pertenecido, cuando apuntó que el impuesto de patrimonio podía no haber sido abolido.

Además, la propuesta de Rubalcaba de revisión de la política fiscal se incardina en una visión europeista. Alemania y Francia han empezado a plantear políticas keynesianas, de revisión fiscal, ante la recuperación económica que allí ya se manifiesta. En ese mismo marco, Rubalcaba se comprometió a combatir los “indignos” paraísos fiscales; a defender la creación de una agencia de calificación de riesgo europea y la implantación de una tasa para las transacciones internacionales.

Rubalcaba no se quedó sin pronunciarse sobre ninguna clave de la política española. En materia de empleo, que lo planteó como una urgencia, apuntó que las vetas para su creación, tras el hundimiento de la construcción, están en el sector energético, el medio ambiente y la atención a los dependientes.

En política sanitaria rechazó el copago y la privatización y defendió la reducción del gasto farmaceútico. En política educativa se opuso a remover las leyes y defendió la constitución de un MIR educativo. Defendió, también, el contrato a tiempo parcial para intensificar la creación de empleo, así como la proporcinalidad de salarios y beneficios por la vía del pacto.

También estuvo presente el 15-M en el discurso del candidato, en el apartado dedicado a la mejora de la calidad democrática. La propuesta de la reforma electoral para ganar en proporcionalidad y cercanía, siguiendo el modelo alemán, se enmarca en esa inquietud.

Fue sorprendente, pero Rubalcaba no hizo ayer ninguna referencia a la política territorial ni al terrorismo por considerar que ya no está entre los principales problemas que preocupan a los españoles. Con ello evitó, también, el autobombo, que hubiera acompañado a cualquier alusión suya al terrorismo etarra, en clara fase terminal.

En ningún momento se deslizó por el recurso del mitin. Y sólo al final llamó a la colaboración y ánimo de sus compañeros con un sobrio: “Nada está escrito ni decidido de antemano”, en referencia a las elecciones generales, todavía sin fecha.

El discurso fue muy bien acogido por los dirigentes y cuadros presentes. Y ahora se trasladará a las bases.

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