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Un voto, un carné alemán y un pueblo partido

Los socialistas ganaron por un voto las elecciones en Lanteira, un pueblo de Granada, gracias a la papeleta de un hombre que presentó un documento germano de hace 40 años porque había perdido su DNI. La Junta Electoral desestima el recurso del PP y mantiene el resultado del 22-M

Berta Ferrero
José García, en su casa.
José García, en su casa.B. FERRERO

José García tiene 87 años y se ha convertido en el centro de la polémica en Lanteira, un pueblo de Granada con apenas 610 habitantes. El día de las elecciones municipales su voto se transformó sin él pretenderlo en el más determinante. Dos semanas después, algunos de sus vecinos siguen sin perdonárselo. Y es que su decisión el día electoral desencadenó una guerra abierta entre el PSOE y el PP, y por consiguiente, entre todos los habitantes de Lanteira, que viven sumidos en una rencilla permanente desde entonces. Los socialistas ganaron las elecciones gracias al apoyo de 230 personas, entre ellas José, abierto simpatizante sin reserva. En el otro lado, los populares perdieron con 229. Un solo voto de diferencia que dejó al descubierto la enorme división política que existe en un pueblo con 545 censados. José, con el rostro plagado de arrugas, siempre con su boina bien puesta y con dificultad para andar y hablar, se plantó el 22 de mayo ante la mesa electoral con un único documento: un carné de conducir alemán de hace 40 años. El anciano había perdido una semana antes su cartera con toda la documentación, por lo que no tuvo más remedio que acudir a la cita electoral con la denuncia que puso ante la Guardia Civil y el único documento que poseía, de la época en la que emigró a Alemania para trabajar como chófer de autobús.

Nadie sabe nada. Ninguno se enteró de lo que pasó. Pero todos tienen una opinión

A partir de ahí el lío estaba asegurado. Los populares, conscientes del apoyo incondicional de José a los socialistas, trataron de evitar que su papeleta entrara en la urna. Se basaban en supuestas irregularidades. “El carné estaba escrito en alemán, y que yo sepa nadie en esa mesa sabe hablar alemán”, dice Juan Navas, candidato a la Alcaldía por parte del Partido Popular. La presidenta de la Mesa electoral, Consuelo Tejada Montes, y los dos vocales decidieron llamar a la Junta Electoral de Guadix, de la que depende Lanteira, para que decidiera. Allí fueron tajantes ante el problema: “Que decida la Mesa. Si reconocen al votante en la foto que presenta y como persona censada en el pueblo, adelante”, explica Jesús Navas, el candidato socialista y actual alcalde del pueblo. La Mesa dio el visto bueno a José, al que reconocieron, y la papeleta acabó entrando en la urna. El resultado final, con ese voto de diferencia que separó a los vencedores de los vencidos, se convirtió automáticamente en una cuestión de Estado para los lanteiranos. Los populares recurrieron las elecciones y la Alcaldía del pueblo se ha mantenido hasta hoy a la espera de la decisión final de la Junta Electoral de Madrid. Finalmente, este organismo ha decidido desestimar el recurso del PP y dar por válido el resultado del 22 de mayo.  

Situado a 77 kilómetros de Granada, Lanteira se encuentra escondido entre las montañas a unos 1.200 metros de altitud. Entre casas blancas y calles estrechas, sus habitantes saludan con una sonrisa a los extranjeros y se muestran herméticos ante las preguntas incómodas. Nadie sabe nada. Ninguno se enteró de lo que realmente pasó. Pero lo cierto es que todos tienen una opinión que de vez en cuando dejan traslucir con frases cortas, como si salieran de sus bocas sin permiso. “¿A que no os ha contado que su carné era falso? Es que son todos unos falsos”, dice Dolores –nombre ficticio-, de unos 80 años, cara alargada y porte recio. La mujer, que 15 minutos antes no quería comentar nada, no puede reprimirse al ver pasear al protagonista del voto de la discordia junto a su consuegra. Dice que no está “de parte de ninguno”, aunque enseguida añade que “la culpa de todo la tiene La Consu, que es más roja que un demonio”.

La Consu es como se conoce en el pueblo a Consuelo Tejada, la presidenta de la Mesa el día de las elecciones. De unos 43 años y trabajadora de Cáritas, admite que ya está “harta” de todo el revuelo que se ha montado en el pueblo. Algunos no le perdonan que permitiera que el voto de José entrara en la urna. Según sus detractores, teóricamente sus colores socialistas le hicieron actuar de forma interesada. “Que decida ya la Justicia. Yo quiero recuperar mi vida. He tenido que faltar al trabajo por esto”, se limita a decir, sin querer darle más cuerda al asunto. La que no tiene reparos en contar su versión de la historia es Elena Gil, familiar de José, que le lleva y trae por las calles lanteiranas. “Al principio no podíamos ni salir de casa. Nos metieron mucha presión, incluso nos insultaban. Pero él es español y tiene el mismo derecho que los demás a votar”, dice Elena, mientras José, a su lado, no puede reprimir que los ojos se le empañen de lágrimas cuando escucha sus palabras. Él, con ciertos problemas para expresarse, asegura que no entiende que su voto “no valga” y amenaza con apoyar una y mil veces “a Jesús” en caso de que se hubieran repetido las elecciones.

Si tuvieran que repetirse las elecciones por algo tan injusto dejaría de creer en el sistema electoral
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Jesús, a secas, como se le llama al alcalde en el pueblo, se prepara con 37 años para empezar su segunda legislatura. Asegura que estaba convencido de que la Junta Electoral decidiría al final por mantener el resultado del 22 de mayo. “Sería la primera vez que no se da por válido un voto que ya ha entrado en la urna. Si tuvieran que repetirse las elecciones por algo tan injusto dejaría de creer en el sistema electoral”, explica. Su contrincante, Juan o Juanito para sus vecinos, que a la postre es el primo hermano de Jesús, también estaba convencido de que el resultado no se modificaría e insistía en explicar que él tan solo se limitó a defender sus intereses, “como haría cualquiera”. “Quiero que vuelva la paz y la tranquilidad al pueblo. Peleé por lo que pensé que era justo. Sabía que las elecciones se decidirían por un puñado de votos, y tenía que evitar que ése entrara. Es lo que hubiera hecho cualquiera, pelear por sus intereses”, añade, preocupado por la repercusión que puedan tener sus palabras entre sus vecinos.

A los jóvenes del pueblo no les afectarán demasiado. Es lo que asegura Serafín Sánchez, de 36 años y regente del bar de la plaza del Ayuntamiento, que explica que la polémica no ha hecho tanta mella en ellos como en las personas mayores. “Entre nosotros hemos debatido mucho, claro, pero no ha pasado nada más. Los mayores se lo han tomado más a pecho y sí que se nota en las relaciones personales”, añade. “¿Qué? ¿Cómo está el pueblo, eh?”, pregunta de forma retórica Encarna, una pelirroja de 32 años, que antes de que nadie le conteste añade, con sorna: “¡Para quemarlo con todos nosotros dentro!”.

Se explaya un poco más José María Núnez , alias El Indio, cuya única intención es la de “quitarle hierro al asunto”. Con 34 años, era uno de los vocales de la mesa electoral. Se define como simpatizante del PP, aunque este año cuenta que se ha hecho “abstemio”. “Mira, no pasó nada irregular. El voto entró en la urna y es legal. No hay más”, explica. “En un pueblo tan pequeño se vota a las personas, no a las iniciales políticas. Por eso se ha montado todo esto. Yo he jugado al escondite con Jesús y con Juanito y no tengo problemas con ninguno”, continúa, para añadir finalmente: “Cuando se hizo el recuento y se montó el pollo les dije a los dos: ‘si el resultado hubiera sido al revés, ¿no habríais hecho lo que ha terminado haciendo el otro por ese único voto?’. ¿Y sabes qué dijeron? Que sí”.

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Sobre la firma

Berta Ferrero
Especializada en temas sociales en la sección de Madrid, hace especial hincapié en Educación o Medio Ambiente. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Cardenal Herrera CEU (Valencia) y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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