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Tribuna
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Las primarias como necesidad

La pérdida del poder debilita a los partidos políticos. Pero lo peor es que los vuelva temerosos y conservadores. La debacle electoral del pasado domingo ha despertado el temor entre algunos líderes socialistas sobre las consecuencias que el proceso de primarias puede tener en la estabilidad interna del partido. “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros” parece resumir la manera en la que algunos socialistas se disponen a tirar por la borda el compromiso democrático cuando las cosas no pintan bien. El PSOE debe convocar un proceso de primarias, no solo porque se debe a ese compromiso, sino también porque esa debe ser la primera señal de la voluntad de cambio.

Evitar las primarias no beneficia al PSOE. Los resultados de las elecciones autonómicas y municipales han demostrado que la “marca PSOE” no vende y que el partido necesita recuperar la credibilidad ante los ciudadanos. No basta con refugiarse en la crisis económica para explicar la debacle electoral. Los datos de opinión pública muestran que la erosión en los apoyos socialistas no tiene que ver solo con la crisis sino con cómo el Gobierno la ha gestionado, es decir, con la tardanza en su reconocimiento, con los vaivenes en la agenda política y con la ausencia de un hilo político con el que los ciudadanos entiendan la orientación de las reformas y su sentido a medio y largo plazo. Si el PSOE quiere reconstruir la reputación perdida no puede comenzar por desbaratar su compromiso democrático. De puertas adentro, sus bases entenderán que las reglas son manipulables al antojo de las élites. De puertas afuera, solo contribuirá a reforzar la imagen del PSOE que ya está instalada entre los ciudadanos.

Aquellos que prefieren no convocar primarias arguyen que erosiona la unidad del partido. Pero, ¿de qué sirve tener a un partido cohesionado si este no genera confianza? ¿Por qué confiar en un partido político que no respeta sus propias reglas cuando las cosas no van bien? La opinión pública valora que los partidos estén unidos, pero la unidad interna no es un valor en sí mismo. La democracia interna sí lo es y los ciudadanos han salido a la calle para reclamarla. En el momento en el que buena parte de la sociedad se ha movilizado para pedir cosas tan básicas como más democracia y más transparencia a los políticos, el PSOE no puede responder retrocediendo en los avances que ha consolidado en los procesos de democracia interna, sino reivindicando este proceso y dando espacio a la reflexión política. Debe hacerlo aceptando, sin miedo, sabiendo que lo único cierto sobre todo proceso democrático son sus reglas, y no los resultados.

Quien no vea en el compromiso democrático un motivo suficiente para la convocatoria de primarias quizás podría convencerse por sus bondades electorales: son los jóvenes, los votantes de centro y los parados los que más apoyan la democracia interna en los partidos, tres grupos prioritarios para el PSOE en las próximas elecciones generales. Pero más allá de estas y otras consideraciones miopes sobre lo acertado o no de la convocatoria de primarias, los socialistas se equivocan si creen que pueden remontar esta situación política prescindiendo de cambios en profundidad. Las primarias no son la única solución para remontar la situación en la que se encuentra el PSOE en la actualidad, pero no será posible arrancar un proceso de cambio sin que los socialistas se deshagan de la parálisis en la que les ha sumido el alejamiento del poder.

Las primarias, en definitiva, forman parte de la mejor tradición democrática moderna. Fueron los progresistas americanos, hartos del poder corrupto de las maquinarias partidistas, las que forzaron su introducción a principios del siglo XX, con el fin de que las preferencias del ciudadano de la calle se tuvieran en cuenta por los partidos a la hora de elegir sus líderes. Eso no es sólo lo que necesita el PSOE. Es lo que necesita España.

Sandra León Alfonso es politóloga. Este texto lo suscriben asimismo los siguientes científicos sociales: José F. Albertos, Javier Astudillo, María Fernández, Amparo González, Diego Íñiguez, Ignacio Jurado, Sebastián Lavezzolo, Clara Mapelli, Lluís Orriols, Rubén Ruiz, Roger Senserrich y Andrés Walliser.

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