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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El otro voto

La desafección hacia los actuales líderes y partidos políticos parece ser el punto de encuentro de las diferentes plataformas sociales que se están movilizando estos días en varias ciudades españolas

Los datos de encuesta confirman de forma recurrente desde hace años que los españoles, jóvenes incluidos, consideran que sin partidos políticos no hay democracia. Sin embargo, el modo en que estos, en la actualidad, se organizan y funcionan es objeto de críticas generalizadas. La desafección hacia los actuales líderes y partidos políticos parece ser el punto de encuentro de las diferentes plataformas sociales que se están movilizando estos días en varias ciudades españolas. Los jóvenes de nuestro país reivindican otra forma de hacer política, otra forma de gobernar, diferente a la actual. No obstante, las acciones que proponen no son plenamente coincidentes y, en algún caso, llegan a contraponerse. Las discrepancias se dan entre aquellos que propugnan la abstención como el único derecho político realmente útil para expresar su desencuentro con los políticos y la política actuales, y aquellos que, por el contrario, animan a acudir a votar en masa este próximo domingo. Dentro de estos últimos, promotores de la participación electoral, coexisten, a su vez, dos corrientes: una exhorta a votar en blanco y otra a votar a candidaturas que no sean “las de siempre” (entendiendo por tales PSOE y PP principalmente). La pregunta que muchos se hacen es si como consecuencia de estas movilizaciones, el próximo 22 de mayo se verán afectados, y en qué sentido, los resultados electorales. ¿Quién conseguirá más seguidores: los abstencionistas, quienes promueven el voto en blanco o los quienes piden votar a candidaturas alternativas a los grandes partidos? Una mirada a la historia de las elecciones municipales en España ayudará a interpretar los resultados tras el 22 de mayo.

Los jóvenes de nuestro país reivindican otra forma de hacer política, otra forma de gobernar, diferente a la actual.

La del próximo domingo será la séptima cita electoral en España de ámbito municipal desde la Transición. En las seis anteriores, la abstención se mantuvo más o menos constante: la más baja se produjo en los comicios de 1995 (30.1%) y la más elevada, cuatro años antes, en las elecciones de 1991 (llegó al 37.2%). Puede entenderse que todo lo que supere esta cifra, más allá de lo puramente anecdótico, podrá considerarse un éxito de quienes promueven este comportamiento electoral (sus partidarios en twitter se identifican con el hashtag #novotes).

El voto en blanco y la concentración del voto en torno a los dos grandes partidos nacionales han ido aumentando, sin embargo, de elección en elección. El primero sigue representando, con todo, un porcentaje ínfimo: en 2007, su máximo histórico, fue del 1.9% del total de sufragios válidos. Habrá que ver hasta qué punto aumenta, este próximo domingo, teniendo en cuenta que se le debería asignar, también, el porcentaje obtenido por aquellas formaciones políticas que pretenden aglutinar este voto en torno a una candidatura (por ejemplo, Ciudadanos en Blanco). El segundo es el que más claramente ha evolucionado en estos últimos 24 años: en las primeras elecciones municipales de 1987, los dos grandes partidos nacionales de aquel momento, PSOE y AP, aglutinaban un 57.5% de los votos válidos. Desde entonces ha ido en aumento progresivo y en los comicios de 2007 ese porcentaje, ahora representado por PSOE y PP, llegó hasta el 70.5%. La corriente más numerosa dentro de los movimientos sociales de estos últimos días es probablemente la que promueve el voto a cualquier otra candidatura —con la que cada cual se identifique más, o le parezca más cercana a su forma de pensar—, con la condición de que no sea una de “las de siempre” (en clara referencia al PSOE y al PP). Rechazan la abstención, pero también el voto en blanco porque, según dicen, perjudica a las opciones políticas minoritarias sin que las mayoritarias se vean afectadas. Como en los casos anteriores, una disminución del porcentaje de votos de los dos grandes partidos (acompañado de un aumento del voto a otras candidaturas) sería una clara señal de la repercusión e influencia de estos movimientos juveniles sobre el comportamiento electoral (y un claro aviso para socialistas y populares a menos de un año para la celebración de elecciones generales).

Solo quedan cinco días para saber el alcance real de todas estas propuestas y cuál de ellas es la que finalmente logra concitar mayores apoyos, ya no solo entre los jóvenes, sino también entre el conjunto del electorado español. En su reciente libro, ¡Indignaos!, Stéphane Hessel, subraya que la indiferencia es la peor de las actitudes. Quizá lo más importante de todos estos movimientos es que nuestros jóvenes parecen haber pasado a la acción.

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