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El avispero de Madrid

Zapatero ha decidido enfrentarse al secretario general del PSM, Tomás Gómez. El presidente empuja a su ministra Jiménez a unas primarias por la candidatura autonómica.

Zapatero, Trinidad Jiménez y Tomás Gómez en la presentación de la candidatura de Madrid a las generales de 2008.
Zapatero, Trinidad Jiménez y Tomás Gómez en la presentación de la candidatura de Madrid a las generales de 2008.CLAUDIO ÁLVAREZ

"O te compro, o te mato". Son cosas de la política.

El Partido Socialista de Madrid (PSM), deprimido en la oposición desde 1995, se ha enfrascado en una batalla interna, la enésima en su tumultuosa historia, de la que saldrán algunos cadáveres políticos.

Así de cruenta se presenta la partida. Hay dos bandos enfrentados: la cúpula regional del PSM, por un lado; la dirección nacional del PSOE, por otro. Ambos buscan apoyos a la desesperada para ganar unas elecciones que decidirán quién será el candidato socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid. En esa búsqueda, todo está permitido: "O te compro [con un cargo a cambio de tu voto], o te mato [quitándote el cargo si no me votas]".

A Trinidad Jiménez no le apetecía demasiado embarcarse en una bronca interna de resultados inciertos

La historia arranca de un desencuentro anunciado. Tomás Gómez, de 42 años, alcalde de Parla entre 1999 y 2008 y secretario general del PSM desde 2007, no se ha plegado a los deseos del presidente José Luis Rodríguez Zapatero. El pasado 7 de agosto, el jefe del Ejecutivo y secretario general del PSOE citó a Gómez para pedirle un esfuerzo: que cediera a la ministra Trinidad Jiménez el primer puesto en la candidatura autonómica. Pero Gómez no le hizo el favor.

"Zapatero no sabe con quién está tratando", explica un colaborador del líder socialista madrileño. "Si se hubiera preocupado de conocer a Tomás Gómez, no se habría atrevido a humillarle de esa manera. Lleva tres años trabajando para encabezar la lista de la Comunidad de Madrid y ahora no se le puede despedir porque una encuesta que nadie le ha enseñado dice que Trini es mejor. Si esperaban que se retirara en silencio, han pinchado en hueso. No le conocen".

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Gómez tampoco conocía muy bien al presidente del Gobierno hace solo un mes, cuando declaró a EL PAÍS: "Es inconcebible que Zapatero ponga a otro candidato; no lo contemplo". Y, sin embargo, el movimiento estaba cantado; era un secreto a voces en las filas socialistas.

Tomás Gómez y Esperanza Aguirre, en la presentación del plan de Cercanías, en mayo de 2009.
Tomás Gómez y Esperanza Aguirre, en la presentación del plan de Cercanías, en mayo de 2009.LUIS SEVILLANO

"Habría sido una irresponsabilidad que el presidente dejara que Gómez fuera el candidato", señala un miembro de la Ejecutiva Federal. "Después de tres años de trabajo, apenas conocen a Tomás Gómez en Madrid y sus expectativas electorales son muy pobres. Hubiera sido un suicidio presentarle. Por responsabilidad, el partido debe intentar ganar en Madrid, y eso solo es posible con Trinidad Jiménez".

Este argumento provoca reacciones virulentas entre los partidarios del ex alcalde de Parla: "Resulta que han decidido dar una segunda oportunidad a Trini, que ya perdió por mucho cuando se presentó a la alcaldía de Madrid, pero niegan la primera oportunidad a Tomás Gómez, que ha ganado el congreso del Partido Socialista de Madrid con el 90% de los votos".

En la conversación del pasado 7 de agosto, el secretario general del PSM se negó a cumplir el deseo del presidente del Gobierno, pero le ofreció una alternativa de paz: "Que Trini vaya de número dos en mi lista". El entorno de Zapatero lo entendió como una declaración de guerra.

Si pierde la candidata de Zapatero, la derrota pasará factura a este, que será un líder más débil Veterano socialista

Así las cosas, ambos se han retado a unas elecciones primarias que dejarán malherido al que pierda. En la década prodigiosa de Zapatero al frente del PSOE, Tomás Gómez se ha convertido en el primer dirigente regional que le desafía a un duelo electoral interno.

"Unas primarias son la fiesta de la democracia, pero también son un campo sembrado de minas", advierte un socialista veterano que ha participado en varias disputas internas. Y lo explica así: "Si Trinidad Jiménez pierde, la derrota pasará factura a Zapatero, que a partir de entonces será un líder mucho más débil y cuestionado que ahora dentro del partido. Si Tomás Gómez gana, será el candidato que no quiere la dirección nacional del partido, una pésima situación para afrontar una campaña electoral tan difícil como la de Madrid. Le darán bazas a Esperanza Aguirre, que dirá en los mítines que a Gómez no le quieren ni en su propio partido".

A Trinidad Jiménez no le apetecía demasiado embarcarse en una bronca interna de resultados inciertos para encabezar una candidatura que tampoco le garantiza el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Hace solo unos meses contestaba con evasivas cuando alguien le preguntaba por esa posibilidad. Nunca, hasta el pasado lunes, había hecho público o comentado su deseo de ser candidata a la presidencia regional madrileña.

Zapatero tampoco parecía muy animado hace varios meses, obsesionado como estaba con escapar de la crisis económica y con la cabeza alejada de los compromisos electorales. Su equipo más próximo le ha ido convenciendo en las últimas semanas.

En mayo pasado, en pleno proceso europeo de rescate de Grecia, con los especuladores apuntando sus cañones hacia España, el presidente reflexionaba en el palacio de la Moncloa sobre las posibilidades de apear a Gómez de la carrera electoral: "Me tienen que demostrar que con otro candidato hay posibilidades reales de ganar la Comunidad de Madrid, porque de lo contrario no me voy a meter en un lío interno".

Se lo han demostrado, supuestamente, con una encuesta que arroja un resultado demoledor para Gómez, porque Trinidad Jiménez le supera con creces en todos los registros y se acerca a Esperanza Aguirre, la probable candidata del PP. A la pregunta de a quién prefiere para presidir la Comunidad de Madrid, Jiménez se acerca a solo tres puntos de Esperanza Aguirre, mientras que Gómez se queda a 16. Entre los votantes socialistas, tres de cada cuatro prefieren a Jiménez. "Incluso entre los votantes del PP, hay un 20% a los que no les importaría votar a Trini", señala un dirigente nacional que conoce la encuesta.

Jaime Lissavetzky será el aspirante a la alcaldía de Madrid tras rehusar Gregorio Peces-Barba la oferta de Tomás Gómez

Con esos números tan elocuentes, el presidente del Gobierno ha decidido agitar el avispero del PSM. No es la primera vez que lo hace, aunque es la primera vez que recibe un picotazo: "Zapatero no se esperaba la reacción de Tomás Gómez", señala un diputado nacional.

En 2002, cuando todavía estaba en la oposición, Zapatero apostó por Trinidad Jiménez para que compitiera por la alcaldía de Madrid. Llevaba dos años al frente de la Secretaría General del PSOE y no tenía el control del partido que hoy tiene tras ganar dos elecciones generales. Su atrevimiento recibió contestación. El entonces presidente de la Federación Socialista Madrileña, Pedro Sabando, declaró públicamente su disgusto por la osadía de Zapatero: "Quizá en la Ejecutiva Federal no se conoce la extraordinaria sensibilidad de esta federación cuando se habla de nombres y de candidatos que quieren ser propuestos desde fuera". El ex presidente autonómico Joaquín Leguina, aparentemente retirado de la política madrileña, reapareció para anunciar su candidatura frente a Jiménez. Zapatero se reunió con él, algo que hoy resultaría imposible, y aunque no le convenció, Leguina renunció a presentarse para evitar un conflicto interno en el PSM. Jiménez fue candidata sin oposición interna, pese a los escarceos previos.

La jugada de Zapatero obligó a José María Aznar, en plena borrachera de éxito, a cambiar sus planes: jubiló al que era alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano; sacó a Alberto Ruiz-Gallardón de la Comunidad, donde gobernaba con una cómoda mayoría absoluta, y le puso en la lista del Ayuntamiento de Madrid. Ganó con amplio margen, más de 14 puntos.

Sin embargo, la maniobra de Aznar, forzado por Zapatero, a punto estuvo de costarle al PP el Gobierno de la Comunidad de Madrid en mayo de 2003, porque con la nueva candidata, Esperanza Aguirre, perdió la mayoría absoluta. Dos tránsfugas socialistas, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, pertenecientes al grupo de Renovadores por la Base que votó a Zapatero en el congreso extraordinario que le aupó a la secretaría general del partido, evitaron un Gobierno de izquierdas en la Comunidad de Madrid. Tras el llamado tamayazo, en octubre de 2003 se repitieron las elecciones y Aguirre arañó los dos escaños que le faltaron en la primera convocatoria para garantizarse la mayoría absoluta y el Gobierno regional.

La nueva batalla de Madrid que enfrenta ya a los socialistas para elegir el próximo 3 de octubre a su candidato autonómico dejará irremediablemente vencedores y vencidos. Una vieja historia que se repite prácticamente desde siempre en esta formación política.

En 1979, cuando los socialistas se hicieron con la alcaldía de Madrid (ostentada por Enrique Tierno Galván) y gobernaban en decenas de municipios de la periferia, una situación aparentemente ideal en el arranque del actual periodo democrático, se desencadenó en la Federación Socialista Madrileña una crisis de envergadura que acabó con la salida del secretario general, Alonso Puerta, que apenas llevaba dos años en el cargo. Le sustituyó Joaquín Leguina. Ambos eran concejales en la capital.

Solo dos años después de aquel golpe de timón en el socialismo madrileño, Puerta, segundo teniente de alcalde, desencadenó uno de los mayores escándalos que se recuerdan en el Ayuntamiento, cuando denunció corrupción en la adjudicación de contratas de limpieza acusando a compañeros de su Gobierno. Leguina estalló indignado y el partido suspendió a Alonso Puerta de militancia.

Tomás Gómez apenas tenía 11 años cuando la familia socialista madrileña ya andaba metida en estas grescas internas. Cuando cumplió 31, Gómez se presentó a unas primarias en el PSOE para ser candidato a alcalde de Parla y aprobó con nota. Ganó las elecciones de 1999 con mayoría simple (41% de votos y 11 de los 25 concejales) y apabulló en los siguientes comicios de 2003 con el 75% de los sufragios y 20 de los 25 ediles. A los 39 años llegó a la secretaría general por culpa de la derrota del PSM en las elecciones autonómicas de 2007 y gracias a las personas que más cerca están de José Luis Rodríguez Zapatero en el palacio de la Moncloa.

El fracaso socialista forzó la dimisión del candidato a presidente, Rafael Simancas, y la apertura de una nueva etapa en el PSM. A Zapatero le contaron unos días después del abandono de Simancas que había un joven en Parla que llevaba ocho años de alcalde, que tenía un apoyo popular del 75%, el más alto de España, y que podía ser el candidato ideal para tomar las riendas de Madrid. "Le llegaron a enseñar un reportaje que se había publicado por aquellas fechas en El País Semanal con su foto en portada junto al tranvía que había inaugurado en Parla", cuenta un dirigente socialista. Y Zapatero, que apenas conocía a Gómez, no se lo pensó.

Aunque a José Blanco, entonces secretario de organización del PSOE, no le gustaba demasiado el elegido, se aplicó para garantizar que los deseos de su jefe se hicieran realidad. El número dos del PSOE llamó a Simancas y este, con los resortes del poder que todavía mantenía en el PSM, puso a trabajar a su gente a favor de Gómez. Fue una sucesión tranquila en una federación acostumbrada a vivir de crisis en crisis. Tomás Gómez cosechó el 91% de los votos en el congreso extraordinario. Tres años después, hay algunos arrepentidos de aquel apoyo impulsado por Zapatero.

"Tomás me llegó a enviar un SMS agradeciéndome la ayuda. Todavía lo tengo guardado", cuenta uno de los colaboradores de Simancas. "Pero solo unos meses después empezó a machacarnos y a laminarnos. Si no ha habido una rebelión contra Gómez en el PSM ha sido porque la dirección federal nos pidió que no abriéramos una crisis en el partido", agrega.

Gómez cuenta otra versión de los hechos: "Cogí una organización deprimida y fracturada en diversas familias con la intención de voto por los suelos. Ahora está cohesionada e ilusionada. Me apoya el 95% y hay paz".

"Es la paz de los cementerios", replica un parlamentario autonómico. "Si te muestras crítico con algún aspecto de la gestión de Gómez o de la marcha del PSM, entonces te recuerdan que dentro de unos meses toca renovar el cargo. Es todo muy sutil, pero en el fondo te están diciendo: 'O te compro, o te mato".

La dirección federal, consciente de la dificultad de enfrentarse a un aparato regional que controla cada uno de los rincones donde se esconden los militantes con voto que decidirán este duelo, también utiliza argumentos parecidos. "Hay muchos que creen que Gómez tiene en su mano el futuro de todo el mundo porque hace las listas, pero deberían saber que para las candidaturas de la Comunidad, el Ayuntamiento de Madrid y los municipios de más de 50.000 habitantes, la Ejecutiva Federal puede tener la última palabra". Lo dicho: "O te compro, o te mato".

Hay 18.000 militantes en el Partido Socialista de Madrid con derecho a voto. De ellos, solo 1.000 hacen "vida orgánica", lo que quiere decir que tienen algún cargo en las agrupaciones a las que pertenecen, o acuden habitualmente a los actos que se organizan, o trabajan en las instituciones representando al partido. "Estos 1.000 militantes son importantes, porque pueden tener capacidad de llegar a los otros 17.000, pero es ahí donde está la clave de estas primarias", señalan desde el equipo de Trinidad Jiménez.

En esta batalla crucial para el futuro del socialismo madrileño, Tomás Gómez sacó músculo el mismo día que la ministra de Sanidad, a las puertas de su ministerio, anunciaba su candidatura.

Frente al apoyo de Zapatero y de la inmensa mayoría de la dirección nacional del PSOE a Jiménez, 106 de los 146 secretarios generales de agrupaciones socialistas en la Comunidad de Madrid firmaban -es un decir, muchos dieron su consentimiento por teléfono o contestando a un correo eléctronico- un manifiesto a favor de Gómez.

"Son el 70% del total", se apresuraron a resaltar desde el equipo de Gómez. "Solo se representan a ellos mismos", replicaron los partidarios de Jiménez.

El partido cohesionado al que se refiere Gómez cuando habla del PSM tiene varias familias cuyos miembros se reparten los cargos públicos disponibles con desigual fortuna. Los grupos reconocidos, según distintos dirigentes madrileños consultados por EL PAÍS para elaborar este reportaje, son los que siguen:

Samarkanda. Alcaldes o ex alcaldes del sur y diputados autonómicos con cierto peso en la Asamblea de Madrid que se reunían en un restaurante que da nombre al grupo, situado dentro de la estación de Atocha, con vistas al jardín tropical. Tomás Gómez participó en alguno de esos almuerzos.

Acostistas. Hace tiempo sumaban, junto a los guerristas de Madrid, casi el 40% del PSM. Ahora tienen menos peso y hay dos subgrupos en esta familia. Uno dirigido por Jorge Gómez, que controla una de las agrupaciones más importantes, la de Chamartín, y otro liderado por José Cepeda, con mayoría en las agrupaciones de Latina y Chinchón. Apoyan, en principio, al actual secretario general del PSM.

JASP. Jóvenes concejales socialistas de distintas localidades que se separaron de las Juventudes Socialistas de Madrid y que apoyan a Tomás Gómez.

Juventudes Socialistas de Madrid. Críticos con el actual secretario general del PSM.

Nueva Izquierda. Entre ellos, el ex eurodiputado Carlos Carnero, que se ha pronunciado a favor de Trinidad Jiménez desde el primer momento.

Socialistas por el Cambio. Sector crítico liderado por diputados autonómicos y concejales de la capital, donde se encuentran muchos de los principales colaboradores del anterior secretario general del PSM, Rafael Simancas, y que apoyarán a Trinidad Jiménez en las primarias.

"Cuidar a las distintas familias es importante, pero solo representan a un porcentaje mínimo de la militancia que decidirá el resultado", insiste un dirigente regional.

El equipo de Gómez considera que el plan de ajuste económico y la reforma laboral aprobados por el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha cabreado a amplias capas de la población. "Nuestra militancia está compuesta, mayoritariamente, por funcionarios y afiliados a UGT y CC OO, y ahora les toca votar en unas primarias. Puede ser que aprovechen la ocasión para castigar a Zapatero por sus políticas sociales", señala.

"Gómez está vendiendo a sus afines que su victoria en estas primarias puede ser el comienzo del poszapaterismo, en el que pretende desempeñar un papel esencial si el presidente del Gobierno cae. Es intolerable", señala uno de los socialistas que colabora con el equipo de campaña de Trinidad Jiménez. Y añade: "Gómez se ha rodeado o ha buscado el apoyo de dirigentes cabreados con Zapatero, como Joaquín Leguina o Gregorio Peces-Barba; o de socialistas que participan en tertulias de ultraderecha y ríen las gracias de periodistas que insultan a Zapatero. Es con esa familia anti-Zapatero con la que Gómez pretende hacer su campaña".

Varias familias compartiendo una misma casa siempre suponen un problema porque los roces son permanentes y pueden acabar en ruptura.

Las familias amargaron el mandato de Leguina al frente de la Federación Socialista Madrileña. Ha sido el dirigente socialista que más tiempo ha ocupado la secretaría general, de 1979 a 1990. En esos 11 años tuvo que convivir con renovadores, renovadores por la base, guerristas, acostistas o Izquierda Socialista, y superar algunas crisis mayores apoyándose en unas familias o en otras. Y eso que era presidente de la Comunidad, lo que le otorgaba un poder casi absoluto y una capacidad ilimitada para repartir prebendas en forma de cargos públicos. Su convivencia con el sector acostista-guerrista, con un tercio de apoyos entre la militancia, le acarreó algunos inconvenientes. Gobernaba el partido desde la "mesa camilla" en la que se sentaban José Acosta, líder del acostismo y presidente del partido, y Juan Barranco, alcalde de Madrid desde 1986 hasta 1989.

Fueron años en que no había primarias ni problemas aparentes para elegir a los principales candidatos. La dirección nacional apenas intervenía porque los socialistas madrileños ganaban las elecciones con holgura. Nadie pedía elecciones internas. Todos los problemas se reducían a las cuotas que, en época electoral, cada familia reivindicaba en las distintas listas.

De vez en cuando, la Federación Socialista Madrileña se convertía en la conciencia crítica del PSOE y aprobaba resoluciones que suponían un tirón de orejas a determinadas políticas del Gobierno de Felipe González. Había ministros que militaban en la Federación Socialista Madrileña y que, junto a Leguina, crearon un grupo denominado clan de Chamartín que se rebeló contra el poder orgánico que imponía Alfonso Guerra en el PSOE.

En los noventa, la bronca interna en el PSM dio lugar a un acontecimiento pintoresco. Teófilo Serrano, hoy presidente de Renfe y entonces secretario de Estado de Administraciones Públicas, se convirtió en el mirlo blanco para imponer la paz en la Federación Socialista Madrileña. Era guerrista, fue elegido secretario general y durante su mandato se acercó tanto a los renovadores de Joaquín Leguina que los socialistas madrileños de su sensibilidad le hicieron la vida imposible. Renunció a seguir en 1994, cansado de tantas batallas. Para entonces, el partido se desangraba. Había perdido el Gobierno del Ayuntamiento de Madrid, algunos municipios del sur se inclinaban cada vez más por dar su confianza al PP y, en la Comunidad de Madrid, Leguina resistía a duras penas hasta que perdió el Gobierno en 1995 con el resultado más pobre de su historia.

En ese contexto, empezaron a llegar los paracaidistas al PSM. Primero fue Cristina Almeida, que aterrizó en la candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid en 1999 de la mano de la Ejecutiva Federal que controlaba por entonces Joaquín Almunia. Dirigentes del Partido Democrático de la Nueva Izquierda (Diego López Garrido, Isabel Vilallonga, Cristina Almeida...) desembarcaron en el PSOE y ocuparon buenos puestos en distintas listas.

Ese año, el PSM vivió su primera experiencia de primarias para la candidatura a la alcaldía de Madrid, que terminó con acusaciones de juego sucio por parte de los dos bandos. Se enfrentaban el ex ministro Fernando Morán y el ex presidente Joaquín Leguina. Por un puñado de votos, Morán venció, y Leguina insultó a los renovadores por la base, un grupo de militantes que cambiaba sus simpatías de mes en mes en función de lo que le ofrecía cada bando y que luego provocaría la mayor tragedia política en el PSOE.

Durante ese periodo, Jaime Lissavetzky gobernó el PSM. Consejero de Educación de la Comunidad de Madrid durante 10 años, llegó a la dirección del partido en uno de sus peores momentos, coincidiendo con la pérdida del Gobierno regional y la derrota en las elecciones generales de 1996. Fue una travesía del desierto que Lissavetzky transitó sin grandes tragedias dentro del PSM pese al infierno electoral en el que estaba metida la organización. Aguantó hasta 2000 y durante los seis años de mandato nunca reivindicó encabezar la lista a las elecciones autonómicas en su calidad de secretario general. Primero dejó que Leguina, su jefe en el Gobierno regional, intentara revalidar el cargo en 1995 y después aceptó la apuesta por Cristina Almeida en 1999.

Ahora vuelve a Madrid como candidato a la alcaldía con el aval de Rodríguez Zapatero, que ensalzó a Lissavetzky como "uno de los mejores". La idea de impulsar la candidatura de Lissavetzky no surgió de su jefe directo, el ministro de Deportes José Luis Rodríguez Zapatero; ni de su amigo de toda la vida, el todopoderoso ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba; ni del jefe en el partido y ministro de Fomento, José Blanco. Surgió del propio Jaime Lissavetzky, un político que lleva trabajando para Madrid un cuarto de siglo (de los casi 30 años con cargo público, 24 los ha dedicado a Madrid desde la Consejería de Educación, la secretaría general de la Federación Socialista Madrileña o un escaño en el Congreso por esta provincia).

Tras seis años en los que ha viajado por todo el mundo acompañando a deportistas españoles en sus éxitos, Lissavetzky comentó a dirigentes socialistas madrileños su interés por optar a la alcaldía de la capital. Los dirigentes nacionales vieron con buenos ojos a Lissavetzky para formar equipo con Trinidad Jiménez. Y con ese tándem pretenden vencer la resistencia de la dirección regional del partido.

Tomás Gómez no se lo pondrá fácil. Sondeó a Gregorio Peces-Barba a través de uno de sus hombres, Enrique Cascallana, alcalde de Alcorcón, para disputar también a la dirección nacional la candidatura a la alcaldía de Madrid, pero no tuvo éxito.

Todavía quedan dos semanas para cerrar las candidaturas y un mes para hacer campaña. El potente equipo de Gómez se sigue moviendo. Cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría de líderes locales del partido en la Comunidad de Madrid cuyo futuro en las instituciones puede depender en parte del éxito de Gómez en estas primarias. "A todo el mundo le promete un puesto entre los 15 primeros de la lista", asegura un adversario del secretario general del PSM. "Y ya lleva ofrecidos más de 30", recalca.

"O te compro, o te mato". Son cosas de la política.

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