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Rita Barberá: Parábola del celacanto

Hay políticos que han escapado a toda lógica evolutiva,

Rita Barberá, votando en su colegio electoral.
Rita Barberá, votando en su colegio electoral.Kai Foersterling (EFE)

Hay seres vivos que consiguen escapar a los procesos de extinción que sufren otros linajes, y que inopinadamente sobreviven a lo largo del tiempo. Charles Darwin los denominó “fósiles vivientes”, porque a pesar de que deberían estar extintos han conseguido escamotear su destino. Un “fósil viviente” es el celacanto, que vive en las aguas profundas de Sudáfrica, o el nautilo, ese extraordinario cefalópodo, que es como un ammonite del cretácico, y que puebla el mar Pacífico. Del mismo modo, se podría decir que hay políticos que han escapado a toda lógica evolutiva, y sea por lo que fuere, porque su nicho político es muy estable o porque por algún motivo inextricable se han salvado del relevo generacional, consiguen sobrevivir elección tras elección.

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A este extraño y restringido grupo pertenece sin duda Rita Barberá, alcaldesa de Valencia durante 23 años [este viernes, 12 de junio, ha renunciado a su acta de concejal]. Rita Barberá es como el celacanto, o como la Cyca revoluta o el Ginkgo biloba: un ser de otro tiempo, acaso muy lejano. Si un zoólogo estudiase los posibles motivos que explican la larga vida de esta política le resultaría difícil encontrar razones de peso. No es una alcaldesa leída, ni culta, ni con don de lenguas; tampoco es una persona que haya sabido sumar sensibilidades, ni escuchar a los que piensan de modo diferente.

En realidad, durante estos 23 años, Rita Barberá ha vivido encastillada en su alcaldía, llevando a término su gestión desde su instinto paleolítico, sin dejarse aconsejar por especialistas ni analistas independientes. No recuerdo la última vez que pisó la Universidad de Valencia, y desde luego su relación con esta institución, cinco siglos centenaria (una de las más antiguas de Europa), ha sido difícil y casi siempre a la contra. En cambio, tiene a su favor esa espontaneidad que la caracteriza, y que la gente confunde con proximidad: ha sabido cultivar un populismo facilón y colorinesco, festero y del género “que me quiten lo bailao”.

Hace unos días, durante la Crida fallera, Rita Barberá, visiblemente demasiado alegre, acuñó el término “caloret”, en un discurso lamentable y bochornoso. Cualquier otro político habría dimitido, o sucumbido a su desfachatez, pero el “fósil viviente” que es Rita Barberá tiene las escamas duras. Y más bien ocurrió lo contrario, y “el caloret” se transformó en un meme que inundó las redes sociales y fue trending topic durante las fiestas falleras. Rita Barberá recuperó de este modo tan peregrino parte de su popularidad perdida, y muchos falleros llevaban prendida del pecho una chapa con la imagen sonriente de la alcaldesa y el lema grotesco del "caloret". Así pues, todo es posible en estas elecciones. Sin duda, muchas cosas están en su contra (el Ritaleaks ha mostrado sus gastos inmoderados, en hoteles de lujo, a cargo del erario público), pero el viejo pez que es Rita Barberá nada en aguas profundas que conoce muy bien. Me pregunto si este lunes, cuando despierte, el celacanto seguirá ahí.

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