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Macri logra atraerse a parte de los sindicatos peronistas

El presidente de Argentina está logrando el apoyo indirecto de buena parte de las organizaciones gremiales

Carlos E. Cué
Mauricio Macri (centro) reunido con líderes sindicales en Buenos Aires.
Mauricio Macri (centro) reunido con líderes sindicales en Buenos Aires.AFP

El 22 de noviembre de 2015, cuando Mauricio Macri ganó por menos de tres puntos, los análisis apuntaban que lo tendría muy difícil para gobernar. Una diferencia mínima, un kirchnerismo envalentonado, sindicatos fuertes, una crisis económica importante y minoría en el Congreso y el Senado. Dos meses después de tomar el mando, las cosas parecen mucho más fáciles. Macri primero pudo dividir a la oposición peronista y ahora también está logrando algo muy difícil para un presidente ajeno al peronismo: el apoyo indirecto de buena parte de los sindicatos.

Macri recibió en la Casa Rosada en la tarde del jueves a un grupo de siete sindicalistas clave y la reunión fue muy bien, una prueba de que las cosas están cambiando en Argentina y todas las estructuras de poder, incluidos sindicatos y gobernadores, se están moviendo para acercarse al que tiene “la chequera”, esto es el control del presupuesto: Macri. “Fue una buena reunión, hubo mucha comprensión, hay mucha predisposición a resolver las cuestiones, no hubo ningún tipo de tensión”, explica a EL PAÍS el ministro de Trabajo, Jorge Triaca.

Entre los reunidos estaban dos históricos como Hugo Moyano, líder de los transportistas y de la CGT Azopardo, y Luis Barrionuevo, de la CGT Azul y Blanca.

Ambos tienen una larga historia a sus espaldas. Moyano ha sido desde los noventa uno de los hombres más poderosos de Argentina, capaz de paralizar el país en cualquier momento. Llegó a tener aspiraciones presidenciales, llenó estadios y se enfrentó con los Kirchner. Mientras, controlaba con mano de hierro su sindicato que gobierna de forma casi vitalicia y hereditaria, ya que ha colocado como sucesor a su hijo Pablo. Tiene otro hijo, Facundo, que es diputado.

Moyano también arrastra una leyenda negra acrecentada cuando en 2007 un sicario asesinó al tesorero del sindicato, Abel Beroiz. Pero su poder es enorme y Macri se acercó a él ya antes de las elecciones.

Ahora intenta pactar con él y otros una cierta contención salarial —que en Argentina implica subidas por debajo del 30%— a cambio de una fuerte bajada de impuestos. Cada vez que tiene un problema con los sindicatos, Macri llama a Moyano, que incluso se ha reunido con él en secreto en la Quinta de Olivos, la residencia presidencial.

Es su interlocutor privilegiado y Macri tratará de aplacarle como se hizo siempre en Argentina: con concesiones y dinero para el propio sindicato, a través de obras sociales.

Moyano ha llegado a amenazar con romper por un daño colateral que los cambios del macrismo han hecho a los transportistas: el Banco Central quiere eliminar las comunicaciones de los bancos con sus clientes por carta para que hacerlo todo por vía electrónica, mucho más barata.

Los transportistas se han puesto en armas porque buena parte de su negocio está precisamente llevar esas cartas a las casas. La medida se está replanteando para no romper la negociación.

Líder histórico

El otro gran protagonista de la reunión fue Barrionuevo, otro histórico líder vitalicio, que en 1990, cuando era diputado menemista, se hizo famoso cuando dijo en televisión: “Acá tenemos que dejar de robar por lo menos dos años” para resolver la situación. Ese “tenemos” y no “tienen” aún le persigue.

Estos dos históricos, con otros cinco sindicalistas importantes, mostraron al aceptar la fotografía con Macri en la Casa Rosada que viene un nuevo tiempo y el presidente tiene más margen del esperado.

Hay otros sindicatos más cercanos al kirchnerismo que no fueron invitados y atacan duro al macrismo, pero lo que parece claro ya es que Macri, al menos este primer año, no va a sufrir la presión sindical que ayudó a tumbar a los otros dos presidentes no peronistas, Raúl Alfonsín (1987) y Fernando De la Rúa (2001).

La primera gran prueba viene con los maestros de Buenos Aires, en plena negociación salarial a dos semanas del arranque de las clases. Pero nada se aproxima ni de lejos al infierno que algunos habían previsto para la llegada del macrismo al poder.

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