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Tentaciones
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¿Qué tuvo Bruce Lee para seguir fascinándonos?

75 años después , el mito sigue vivo y despertando interés en las nuevas generaciones

Aunque pudiera parecer lo contrario, no nació en China, si no en San Francisco. Rodó tantas películas en Hong Kong cuando era pequeño que llegó a ser conocido como el Macaulay Culkin chino. Una patada equivocada al hijo de un jefe de policía forzó a su padre a enviarle a EE UU. La increíble vida de Bruce Lee se construye con una anécdota tras otra, siempre a camino entre Oriente y Occidente. Que nos siga llamando tanto la atención parece hasta algo natural. No sólo revolucionó las artes marciales, también conquistó Hollywood y supo venderse como nadie. Pero hay más. Éstas son las razones por las que Bruce Lee sigue siendo un icono mundial.

Porque se hizo a sí mismo

De niño debieron inculcarle que llegaría a ser el number one si se lo proponía: nació bajo el signo del dragón, una señal inequívoca de buena fortuna. Más allá de supersticiones, si hay alguien a quien darle las gracias ése es su padre, que supo encauzar al chaval. Bruce Lee era el típico pandillero, un pésimo estudiante al que habían expulsado del colegio por mala conducta. Para alejarlo de las peleas callejeras y de cosas peores (la mafia china), Bruce Lee volvió al país que le vio nacer a los 18 años. En Seattle, abriría su primera escuela, trabajando mientras estudiaba Filosofía en la Universidad de Washington. Una combinación explosiva (lucha y pensamiento) y trascendente para entender su manera de ver la vida.

Porque fue un rebelde dentro de la comunidad china

Tener sangre alemana le enfrentó a los suyos, que no le consideraban un chino puro, y solía meterse en peleas con estudiantes ingleses. Prejuicios raciales y un profundo odio a todo lo que no fuera chino llevaron al joven Bruce Lee a desfogarse con 13 años a través del Wing Chun, un arte marcial que pocos aprendían y que él, años después, transformaría radicalmente. No sólo se rebeló contra una técnica ancestral, transformándola, también hizo accesible el kung fu al público occidental para desconcierto de la comunidad china. Por si esto fuera poco, se casó con una norteamericana, con la que tendría dos hijos.

Porque tenía carisma

El seductor y guapo Bruce Lee fue carne de carpeta gracias al cine. Siempre tuvo madera de estrella, desde sus primeros rodajes llevado de la mano de su padre, actor teatral. La ya famosa exhibición en Long Beach a los 24 años le abrió las puertas de Hollywood. Con su debut en El avispón verde, en la que interpretaba a Kato, pasó de ser señalado con el dedo a convertirse en un héroe para la comunidad asiática: en China, de hecho, la serie se llamó El show de Kato. Los personajes interpretados por Bruce Lee tenían personalidad: protegían a los más débiles (Karate a muerte en Bangkok), vengaban la muerte de los suyos (Furia Oriental) o se defendían de los mafiosos, como en El furor del dragón, película que escribió y dirigió.

Porque radicalizó la lucha

“Si luchas contra mí ya puedes matarme”. No ha habido nadie más chulo en las artes marciales que Bruce Lee. Y ya es decir: léase Jackie Chan, Van Damme o Pat Morita. Dar cera… y seguir dándola. Que fuera campeón de cha cha chá (sí) le sirvió para coreografiar sus movimientos. Admirador de Muhammad Ali, estudió sus peleas viendo sus combates del revés. El boxeo cambiaba, rompía las reglas, conseguía una mayor potencia en los golpes y coordinación de movimientos. Su método más popular, 'El camino del puño que intercepta', surgió del movimiento de arresto del esgrima: aprovechar el ataque del contrario para bloquearle. ¿Resultado? Aceleró la pelea. Era tan rápido, que sus escenas se tenían que rodar a 32 frames por segundo en vez de a 24.

Porque su filosofía ha trascendido

'Be water my friend', en efecto. Bruce Lee no fue famoso sólo por la rapidez de movimientos. Cuando luchaba emitía delirantes ruidos de animal que, según decía, metían el miedo en el cuerpo del adversario antes de tiempo. Algo inusual, tanto como dar clases a estrellas de Hollywood de la talla de Steve McQueen o James Coburn. Los famosos no acudían a él para aprender a defenderse sino para lograr una mayor expresividad con su cuerpo. Había que amoldarse como el agua, venía a repetir, como el popular anuncio. Bruce Lee no inventó nada, pero supo aprovechar ciertas enseñanzas. No poseer un estilo definitivo le obligaba a seguir evolucionando. Cuanto más conocimiento adquieres, venía a decir, más te conocerás a ti mismo.

Por su trágica muerte (y la de su hijo)

No faltan las teorías conspiranoicas en la muerte de Bruce Lee, desde represalias de la mafia china a una sobredosis. Oficialmente, entró en un coma del que no despertó tras tomar un analgésico. Se dice que una grave lesión le llevó a consumir drogas para acabar Operación Dragón (que se estrenaría a título póstumo), y que podría haber sufrido un ataque de epilepsia con graves consecuencias. Tenía sólo 32 años. Cinco años después de su muerte, en 1978, llegaría a los cines su último filme, la mítica Juego con la muerte: su icónico mono amarillo se convertiría en un último homenaje en multitud de películas (leáse Tarantino en Kill Bill). En 1993, su hijo Brandon Lee moría también en extrañas circunstancias, tras recibir un tiro mortal (que tenía que ser de fogueo) durante el rodaje de El cuervo. ¿La maldición de los Lee? Nunca lo sabremos.

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