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Señor Ortega

Amancio Ortega es el creador de Zara, y el hombre más rico de España

Luis Gómez
Amancio Ortega, en 2003.
Amancio Ortega, en 2003.Gorka Lejarcegi

El señor Ortega no está en Madrid el miércoles 23 de mayo de 2001. No se le espera por la sede de la Bolsa de Madrid, en la plaza de la Lealtad, a pesar de la expectación reinante por la salida a Bolsa de la firma Inditex, la empresa española más admirada por las mejores escuelas de negocios del mundo. Esa mañana se ponen a la venta 162,6 millones de acciones de la compañía, que equivalen al 26,09% del capital total, el 74,7% del cual estaba en manos de una misma persona, el propietario, el hombre que ha hecho posible el milagro desde que en 1975 abrió la primera tienda Zara en la calle de Juan Flórez, de A Coruña. Es Ortega, como le llaman empleados y amigos. Amancio Ortega Gaona. El inventor de la moda rápida; el hombre que ha cuestionado algunos mandamientos de la economía, como vender moda en el mundo sin hacer publicidad. Su empresa se ofrece ese día al mercado con una promesa en firme: en cuatro años doblará su facturación y sus beneficios. Cada 48 horas, Inditex inaugura una tienda en algún lugar del mundo (274 aperturas sólo en 2002). Un verdadero imperio. Cierto, en sus dominios nunca se pone el sol: 1.567 tiendas, 644 de ellas repartidas en 45 países. Pero Ortega no está en Madrid ese día tan especial para las fotos de rigor.

Martes 10 de abril de 2002. Zara abre su primer establecimiento en Italia, en la céntrica avenida de Vittorio Enmanuele II de Milán, a escasos metros de la catedral del Duomo. Es todo un acontecimiento después de muchos años de gestiones y de una alianza finalmente rota con Benetton. Atrás quedaba un reguero de versiones mejor o peor intencionadas sobre la verdadera causa de la resistencia de los italianos a dejarse invadir por moda extranjera en uno de sus sectores llamémosle estratégicos. La llegada de Zara a Italia es un acontecimiento social largamente esperado. A pesar de ello, Ortega no está en Milán aquella noche.

Tampoco hace unas semanas, el 26 de febrero de 2002, Ortega viajó para estar presente en la inauguración de la primera tienda Zara en Moscú, en Megamall, el mayor centro comercial de Rusia, precursora de las decenas de tiendas que han de invadir ese mercado. ¿Dónde está Ortega disfrutando de su libertad?

Aeropuerto de Alvero, en A Coruña. Ortega pasea en solitario por la modesta sala de espera, aguardando una visita. No es la escena que uno pueda imaginarse del hombre más rico de España (con una fortuna valorada en 8.400 millones de euros) y uno de los 18 más acaudalados del mundo, según acaba de proclamar la revista Forbes para su disgusto. Es una mañana como otra cualquiera, y Cecilia Monllor, periodista y escritora, se queda boquiabierta al identificarle. Piensa para sus adentros: "¡Pero si es Ortega!". Hace unos meses que está en las librerías un libro suyo titulado Zarápolis. Se había pasado meses investigando sobre la vida y milagros del dueño de Inditex; sobre el imparable éxito empresarial de un hombre que comenzó a trabajar a los 12 años como recadero en la camisería Gala, en el centro de A Coruña. Se había entrevistado con decenas de personas, entre amigos, conocidos, competidores y empleados, sin, naturalmente, haber podido hablar con el personaje central de su libro, porque Ortega nunca ha concedido una entrevista. Y ahí está a escasos metros de ella, esperando a alguien. Ortega. Tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.

Parecida frustración sufrieron los miembros del equipo de Canal + que elaboraron un completo documental sobre Zara. Las gestiones para obtener los correspondientes permisos las llevó a cabo el propio director de Canal +, José Manuel Lorenzo, bajo las condiciones de que no habría entrevista con Ortega ni imágenes suyas. A cambio, las cámaras de Canal + serían las primeras en poder filmar imágenes en el interior del complejo de Inditex en Arteixo. Naturalmente, aquello no iba con Ortega, pero él estaba por allí. "Era un poco frustrante. Nos cruzábamos con él en muchos momentos, pero no podíamos filmarle", recuerda María Ruiz, una de las redactoras. "Y con él coincidimos en el comedor de empleados. Tres veces comí y tres veces estaba allí, a unos metros de distancia".

Coincidiendo con las primeras tiendas de Zara en Austria, los reporteros de la revista Trend elaboraron un amplio reportaje sobre la firma española. En aquellas fechas, Marks & Spencer cerraba sus tiendas en el país y se conocían las dificultades por las que pasaban firmas como C & A. En cambio, Zara inauguraba casi de golpe tres establecimientos y preveía terminar el año con cinco más. "Nos encontramos en la sede de Zara en La Coruña, en la costa norte española (…). En una de las sencillas mesas de la cantina de Inditex, no en la finamente preparada con mantel para visitas y proveedores, se sienta un hombre regordete, que ronda los 65 años, al cual no le sentaría bien ninguno de los trajes de las tiendas de Zara, cortados para los delgados jóvenes y adolescentes. El fundador de Zara y propietario principal, Amancio Ortega Gaona, produce el efecto de un Don Corleone en una de las películas de Francis Ford Coppola. Sin embargo, le gusta lo discreto y vive al contrario del glamour que a la moda Zara le gusta simular. Ortega vive con su segunda mujer en un discreto bloque de pisos en el centro de La Coruña y prefiere conducir él mismo su Audi A-8. (…). El señor Ortega, entretanto, bebe su café. Es el hombre que no ha hablado en su vida con un periodista, pero no parece muy triste por ello. ¿Va a romper Don Ortega hoy su silencio?".

Ortega hacía una vida sencilla en una modesta capital de provincia

Naturalmente, el redactor de la revista Trend regresó a Viena sin entrevistar al señor Ortega. Tampoco tuvo más éxito un responsable de The New York Times cuando solicitó formalmente a Diego Copado, director de comunicación de Inditex, una entrevista con el dueño de Zara. Diego Copado explicó educadamente que el señor Ortega nunca concede entrevistas, pero su interlocutor no quiso entenderlo y se ofreció a enviarle un completo dosier de las entrevistas del Times con todo tipo de líderes a escala mundial que pueda uno imaginarse, como dando a entender que quizá no sabían con quién estaban hablando. El no de Ortega valía también para el Times.

Claro está que, hace seis años, Amancio Ortega era el misterioso Ortega, un hombre sin voz y sin rostro, un fantasma que se paseaba por A Coruña. De aquellos años data la leyenda de un empresario tan exitoso como desconocido que aparentemente hacía una vida sencilla mezclado en el anonimato de una tranquila capital de provincia. De vez en cuando, la prensa local tomaba nota de algún detalle de su vida cotidiana: se sabía que tomaba café en los bares de la calle de Torreiro; se le vio comer marisco en el Suso; era asiduo del Gallo de Oro, donde gusta de comer huevos fritos con patatas de Coristanco; jugaba con sus amigos una pachanguita al fútbol sala al menos una vez por semana. Vivía en un dúplex en el barrio de Zalaeta, cercano a la playa de Orzán, un típico distrito de clase media, donde también se alojaban otros directivos del grupo, razón por la cual al barrio se le dio en llamar Zaraeta. El mayor signo de ostentación conocido era que condujo en tiempos un Porsche.

De aquel entonces se conocían muy pocos datos de su biografía: que nació el 28 de marzo de 1936 en la localidad leonesa de Busdongo, que su padre era ferroviario y su madre ama de casa. Que, tras pasar su infancia en Tolosa (Guipúzcoa), la familia se trasladó a la capital coruñesa, donde residieron en una modesta vivienda para ferroviarios, en la casilla número 7, junto a la estación de San Cristóbal. Ortega casó joven con Rosalía Mera Goyenechea, una dependienta de la camisería La Maja, de cuyo matrimonio nacieron dos hijos, Marcos y Sandra, el primero de los cuales sufría una deficiencia de nacimiento. Sandra, por cierto, acudía a un colegio público. En 1969 creó confecciones Goa y puso a su familia a confeccionar batas de boatiné a precios más baratos que la competencia. Fueron los años heroicos. De esa primera experiencia, de las iniciales dificultades, nació la idea de intervenir en todo el proceso: la fabricación, la distribución y la venta. Así nació Zara.

Amancio Ortega
Amancio Ortega

Los éxitos de Zara en el mundo y el pertinaz anonimato de su propietario llevaron distintas velocidades. De Zara cada vez se sabía más, pero de Ortega sólo pequeñas anécdotas sin confirmación. Se escribió así de su afición por el fútbol y por el Deportivo de La Coruña, a cuyo estadio decían que acudía con frecuencia, aun cuando nadie le había visto. Se llegó a rumorear que disponía de un importante paquete de acciones del club. Se publicó que se había hecho con una impresionante colección de obras de arte, con una bodega privada de vinos a la altura de su riqueza; luego llegó la adquisición del pazo de Anceis, sobre una superficie de 42.000 metros cuadrados, y la construcción del Centro Hípico Casas Novas, en Larín, para dar gusto a las aficiones hípicas de su tercera hija, Marta, nacida de su unión sentimental con Flora Pérez, en tiempos trabajadora de Inditex. En 1986, Amancio Ortega y Rosalía Mera se habían divorciado.

La mayoría de esos datos han llegado vírgenes a nuestros días por falta de contraste, se han transmitido de reportaje en reportaje como si el tiempo se hubiera detenido. Según esas informaciones, Amancio Ortega sigue volando a bordo de su avión privado, un Falcon 900, que en realidad fue jubilado hace dos años, porque ahora Inditex dispone de un Global Express fabricado por la canadiense Bombardier, un avión más moderno y que permite viajes transoceánicos. Hace años también que Ortega dejó de jugar al fútbol con sus amigos, deporte del que no es un especial seguidor diga lo que diga esa biografía que corre de boca en boca. Tampoco ha ido al estadio de Riazor ni es dueño de un palco, ni colecciona obras de arte ni dispone de una bodega propia. Eso sí, cada mañana sigue acudiendo a desayunar al club financiero de A Coruña.

El hombre sin voz y sin rostro era tan inaccesible para los medios de comunicación como cercano para cualquiera de sus empleados: siempre estaba en la fábrica, de donde nunca parece haber salido. Se sabía que cualquier jefe de tienda podía recibir una llamada de Ortega, que visitaba sus centros cualquier fin de semana, que se le podía ver un domingo trabajando en el centro logístico; que sus normas de austeridad se aplicaban a sus directivos, que viajaban en clase turista. De su capacidad para parecer omnipresente no tenían duda alguna sus empleados. Fuera de sus fábricas, Ortega en persona pudo experimentar los curiosos efectos que obraba su anonimato: un empresario alardeaba de conocerle ante sus amistades en un restaurante, sin darse cuenta de que el propio Ortega estaba sentado en la mesa de al lado.

En 1997, un reportaje de El País Semanal escrito por Manuel Rivas divulgó la primera foto de Amancio Ortega: el rostro tamaño carné de identidad de un hombre joven. Era Ortega en los años setenta, naturalmente. A efectos de identificación, su valor era nulo: a nadie le aguanta la cara y el cabello el paso de 20 años. En octubre de 1999 se rompió el enigma y apareció su primera imagen oficial en el balance de la compañía: un hombre canoso, aparentemente incómodo ante la cámara, con una americana azul y una camisa blanca. Sin corbata. No era una foto muy ortodoxa.

Pero era una foto sincera. Así es Ortega. Así viste siempre. Camisa blanca o azul. Pantalón gris o azul. Y unos zapatos Sebago. Nunca vaqueros. Gusta de estar en mangas de camisa y arremangado. Naturalmente, no usa corbata. Sólo se la ha puesto ante el Rey o el día de su segunda boda, celebrada hace apenas año y medio en un acto familiar en su pazo de Anceis, oficiada por el alcalde de Cambre. La noticia de su boda se supo un año después.

Desde esa primera foto oficial hasta hoy, algunas cosas han cambiado y otras no tanto a su alrededor. Su obsesión por preservar la intimidad permanece inalterable, pero la entrada en Bolsa de Inditex obligaba a darle a conocer a él y a su empresa en determinados círculos. Y esa operación era una idea fija de Ortega para resolver cualquier duda sobre la continuidad de Inditex en un futuro. El trabajo se hizo con mucha antelación, como se diseñan muchas actuaciones en esta compañía, que sigue al pie de la letra algunas de las máximas de su creador: "No me expliques cómo vamos a hacer dinero hoy. Explícame cómo lo haremos dentro de cinco años". Consecuencia de este proceso es que Ortega se ha hecho algo más visible, pero no hasta el punto de conceder entrevistas o dirigirse a sus accionistas en la junta anual.

"Desde 1995 teníamos ante nosotros un reto: cómo sacar a Bolsa una compañía cuyo dueño era desconocido", explica Antonio Camuñas, presidente de la consultora Global Strategies y asesor de la presidencia de Inditex. "Había que diseñar una estrategia de relaciones con el mundo económico, financiero, político y mediático, porque en términos privados tampoco se le conocía. Por otra parte, se trataba de una empresa que no estaba endeudada, que no solicitaba créditos ni acudía a subvenciones, que siempre iba por libre, que tampoco tenía relación con el poder político. Todo ello con el agravante de que nunca operaríamos en el sector de las relaciones públicas. Había que buscar un esquema a su medida, porque él no estaba dispuesto a salir a la luz pública. Fueron tres años de trabajo. Sin departamento de comunicación. Sin inversiones en publicidad. Sin notas de prensa. La percepción del grupo cambió. Había que jugar con la transparencia".

Es una persona que se cuestiona constantemente su modelo

De esa estrategia nace una actividad que, en su momento, no fue bien entendida del todo. Amancio Ortega comenzó a relacionarse privadamente con personalidades al máximo nivel del entorno económico, político y financiero español e internacional. Paulatinamente, la sede de Inditex en Arteixo fue escenario de visitas ilustres, algunas de ellas acompañadas del preceptivo testimonio gráfico. Pero, aun así, la empresa no pudo evitar que se vertieran interpretaciones sobre particularidades tales como que Ortega no salió a recibir al príncipe Felipe o que estaba ausente de Arteixo durante una visita de Aznar, y sí, en cambio, aceptó fotografías recibiendo a Manuel Fraga o a Xosé Manuel Beiras, secretario general del BNG, e incluso más recientemente a Zapatero. La realidad actual es que empresarios, banqueros, políticos o sindicalistas se cuentan ya entre quienes han tenido amplias conversaciones con el personaje.

Tal fue el caso de Cándido Méndez, secretario general de la UGT: "Me causó una buena impresión. Visité la sede de Arteixo y pude disfrutar de la visión de un sistema logístico formidable. Durante la visita me encontré con Ortega en una de sus tiendas pilotos: allí estaba discutiendo con su gente sobre la forma de poner la ropa en el escaparate. Me dio la impresión de que cuida personalmente el diseño. Me pareció un hombre muy interesante con un gran bagaje personal, un hombre de origen modesto que respeta las opiniones de los demás. Que escucha. Tuvimos una charla muy interesante y él comprendía nuestra preocupación por la ley de la calidad de la enseñanza, porque tiene una gran sensibilidad hacia esa cuestión. Tiene una gran curiosidad. Es el antihéroe empresarial. No concuerda con el perfil clásico. A pesar de la tendencia a externacionalizar las producciones, Inditex se mantiene en una línea de fijar plantillas. La empresa tiene cierta reticencia hacia los sindicatos, pero Ortega no tiene un perfil antisindical".

Camilo Nogueira es diputado europeo del BNG e ingeniero industrial y economista. Acompañó a Beiras durante una entrevista con Ortega. "Yo había seguido las evoluciones de Inditex desde hace años y las defendí como algo sorprendente y ejemplar. No entendía algunas posiciones que se manifestaban en Galicia contra esta empresa. Aquí hay gente muy dada a buscar explicaciones fraudulentas de actividades que tienen éxito. ¿Por qué será que tienen éxito?, se preguntan y hacen correr el bulo. Todo ello no tiene nada que ver con la personalidad de Ortega: su propia forma de vestir indica que nada tiene que ver con el típico director de gomina manipulando millones que no son suyos. Él es un hombre que sufre y disfruta de los detalles. Es una de las pocas fortunas que hay en España fundamentadas en negocios industriales y no en actividades especulativas, o basadas en concesiones públicas. Ha innovado en un sector que no era innovador. Lleva una vida tan normal en A Coruña que te sorprende".

El hombre misterioso dejó de serlo en ciertos niveles. ¿Cómo es Ortega? "Es un hombre afable, agradable, cariñoso con sus hijos, que escucha mucho. No intenta dar lecciones a nadie", dice José Manuel Lorenzo, director de Canal +. "Vive en un esquema de clase media. La esencia del personaje no ha cambiado. Cuando come en Inditex, recoge su plato. Se le montó un despacho presidencial con un comedor privado. El despacho no lo usa y el comedor sólo cuando recibe visitas importantes. Él sigue trabajando en el departamento de diseño femenino. Allí, en el centro, está su mesa, una mesa de formica en forma de ele. A quien se lo digan no se lo cree", recalca Camuñas.

Profesionalmente, de Ortega destacan su inteligencia y su intuición. "Tendría éxito en cualquier negocio que emprendiera", dice con orgullo uno de sus amigos personales. "No es un hombre dado a grandes teorías", reconoce un economista que conoce muy bien el funcionamiento de Inditex. "Actúa con humildad y naturalidad. Cualquier idea es bien recibida: si falla, es desechada para siempre. Es un hombre muy práctico. Viaja mucho y ha tenido contacto con gente de mucho nivel. Escucha mucho. No pontifica. Es muy receptivo. El suyo es un excelente ejemplo de distribución creativa. Eso es él, una persona que se cuestiona constantemente el modelo. Nadie en el mundo renueva los escaparates cada 15 días ni pone patas arriba las tiendas cada cuatro años. Es una metáfora de su trabajo: el rito de tirar las paredes abajo cada cierto tiempo". El economista apunta hacia nuevos objetivos del grupo: "Seguro que estarán buscando negocios que sean organizables, regalos, joyería popular, quién sabe, en los próximos años".

Cadena de distribución de Inditex, en Arteixo (A Coruña).
Cadena de distribución de Inditex, en Arteixo (A Coruña).Lalo R. Villar

La próxima entrada en escena de Inditex es Zarahome. Será una nueva cadena con productos para el hogar, desde sábanas y toallas hasta la vajilla o la cubertería. Zarahome se unirá a las otras firmas del grupo: Zara, Máximo Dutti, Pull & Bear, Berskha, Stradivarius y Oysho.

Cumplidos los 67 años hace unos días, el secreto de Ortega es "estar siempre rodeado de gente joven, a la que se tiene muy en cuenta en su empresa", dice un amigo suyo. Pero trabajar a su lado no es fácil: vive para el trabajo, es un tremendo perfeccionista. "El año pasado se fue por vez primera en su vida de vacaciones. Una semana", recuerda Camuñas. "Me dijo un día que pensaba irse a las islas Mauricio. Luego me habló de Marbella, donde tiene un apartamento. A las semanas le noté dudoso: con lo bonito que es Galicia, casi me quedo aquí, me dijo. Finalmente se fue una semana a las Baleares".

Las malas lenguas inciden en que le gusta promover la competencia entre sus propios directivos y que esa es una fuente de grandes tensiones. Los sindicatos reconocen que la empresa cumple los convenios, pero se resiste a un acuerdo unificado para toda la compañía en consonancia con los beneficios. En lugar de ello, practica cierto paternalismo, como disponer graciosamente una paga en octubre, por eso conocida como la paga de Ortega.

La salida a Bolsa de Inditex fue un éxito, y el valor de la compañía ha soportado la mala racha de la Bolsa. Durante 2001, el valor de la acción se revalorizó un 45,65%, cuando la media del Ibex 35 fue una caída del 12,77%. En 2002, la acción subió un 5,14%, frente a una caída media del 28,11% en el Ibex 35. Sin embargo, en el terreno personal, el mercado puso de manifiesto no sólo la cuantía de su fortuna personal, sino la de miembros de su familia: Rosalía Mera, su primera esposa, es ahora la mujer más rica de España. Curiosamente, Rosalía tampoco ha seguido el patrón clásico de la consorte de un gran empresario: estudió Magisterio y Psicología y creó la Fundación Paideia, muy dedicada a los problemas de los discapacitados y a la educación. Las actividades de Rosalía Mera no pasan inadvertidas en A Coruña: la sede de la fundación, en la plaza de María Pita, está engalanada estas fechas con banderas de Nunca Máis. A ella misma se la ha visto en manifestaciones. El grueso de sus inversiones financieras las ha destinado a comprar acciones de la farmacéutica Zeltia, que trabaja en la investigación de sustancias anticancerígenas. Rosalía es también un personaje: lleva una vida sencilla desprovista de todo lujo. No se priva de acudir con sus amigas a ciertos locales donde gusta de cantar a viva voz. Y su última afición conocida es la jardinería.

Esta reciente notoriedad ha producido efectos no deseables alrededor de Ortega. Sus últimas fotos al lado de la infanta Elena, o de Jaime de Marichalar, de la nieta de Onassis, junto a Mar Flores o Vicky Martín Berrocal, han ilustrado las revistas del corazón y han levantado algunos comentarios haciendo ver sus nuevas y desconocidas inclinaciones hacia el mundo del papel cuché. "Se trataba de un concurso hípico y es gente conocida que está en ese mundo. Ortega no tiene por qué ocultarse de ello, aunque hubo algunos errores que no se repetirán", comenta un amigo suyo. Ahora le critican que su hija Marta estudie en colegios de pago extranjeros. Sus amigos le defienden: "Cualquier padre daría la mejor educación a un hijo suyo. Y si Marta ahora sabe tres idiomas, Ortega habrá hecho bien". La última noticia ha sido la aparición de un yate de su propiedad, el Valoria (nombre del pueblo de su madre), valorado en seis millones de euros. "Ese yate, en Palma o en Marbella no llamaría la atención de nadie. Ortega huye de los lujos. El avión de la compañía no tiene ningún adorno fuera de lo normal, ni tampoco el yate. Su casa es una casa para vivir, decorada con gusto, pero lejos de cualquier excentricidad, como son los escaparates de Zara. Quienes piensen lo contrario, siguen sin conocer a Ortega".

El hombre más rico de España es un empresario atípico que viste como un sencillo trabajador y se mueve por su empresa como uno más, desprovisto de cohorte y protocolo a su alrededor. Esa libertad le permite estar cerca de la calle, fuente de su inspiración, y le aleja de cualquier tentación con el poder. Esa peculiaridad, tan poco entendida puertas afuera, la explica él mismo a sus amigos con una escueta frase: "Soy propiedad de mi empresa".

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