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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Platos rotos

Estamos obligados a acomodarnos, como Di María, el Rey o Cristina. También para aclarar puntos, la Reina acudió a un estreno con deseos de enseñar las uñas

Boris Izaguirre
La Reina, con manicura de fantasía, conversa con Letizia en la Pascua Militar.
La Reina, con manicura de fantasía, conversa con Letizia en la Pascua Militar.JACK AUBN (CORDON)

El gran gesto de la semana ha sido el del jugador del Real Madrid Ángel Di María acomodando una buena parte de sí mismo dentro del pantalón corto propio de su deporte. Quienes lo vieron, durante el partido contra el Celta de Vigo, asumieron que era una respuesta ante la pitada que recibía por su juego en el Bernabéu. Di María explicó que no se trataba de algo ofensivo, sino un “acomodo”. La intención era otra, asentar o conciliar esa parte de su ser en el apasionado ajetreo del partido. Finalmente, el club no le sancionó, como sucede también en otras instancias y con otros arreglos. Pero el gesto sintetiza el alma de 2014: el año del acomodo.

Aunque la bien armada y poco acomodaticia Jorgelina Cardoso, esposa de Di María, marcó un golazo sacando las uñas en defensa del jugador, en general todos estamos obligados a acomodarnos a algo. Unos, a la supervivencia. Otros, como don Juan Carlos después de la Pascua Militar, al tartamudear en su discurso. Y probablemente a lo que tenga que acomodarse la infanta Cristina es a su arrolladora impopularidad. Hasta en un programa tan superprudente como Los desayunos de TVE, varios contertulios calificaron de soberbia y egoísta la actitud, el gesto, de la hija menor del Rey al convertir la imputación en “una línea roja que al negarse a cruzar se ha vuelto condenatoria cuando en realidad es una citación para aclarar puntos ante el juez”.

También para eso, aclarar puntos, la Reina acudió al estreno de la película sobre Vicente Ferrer con deseos de enseñarle las uñas, con una divertida manicura estampada de estrellitas, a los que recibían a las autoridades con el familiar abucheo. Ya dentro del cine, y lejos del ruido callejero, doña Sofía le comentó a la conductora del polémico programa Entre todos, Toñi Moreno, especializado en beneficencia, que la había estado viendo esa misma tarde. Se entiende ese acomodaticio gesto de reina y madre que no sigue Sálvame para evitar ver lo que le pasa a su hija con la ley y que prefiere sintonizar con los problemas de otras familias en crisis.

Muchos sospechan que poco se acomodará con la declaración de la Infanta si la mayoría de sus respuestas se ciñen al manido guion de “no sé” y “no me acuerdo”. Pensar en eso hace temer que al señor Miquel Roca se le recordará más por esta defensa que por su papel como redactor de la Constitución. El juez ya adelanta que será difícil convencerle de la conexión entre una vajilla de 1.745 euros y las actividades de Aizoon, cuya tarjeta de crédito abonó los platos. Si yo fuera el juez Castro, tiraría de la vajilla. En primer lugar porque cuando eliges una, es una declaración de principios. “Tu mesa es tu alma”, sostienen los gurús de la decoración. ¿Pensaban usarla en cenas para encandilar futuros socios? Ya poseían una, regalo de la Diputación de Castellón, pero prefirieron otra para llevarse a EE UU. Ya hay quienes confirman que es “tacky, pero con rollo”. Señor juez: no hay nada que chifle más a una señora bien que hablar de la vajilla en serio. Tire por ahí, taza a taza, plato a plato, y seguro que la Infanta se vuelve más colaboradora. Y sin romper nada.

Con la segunda imputación, otras noticias se avinieron a la incomodidad de ser eclipsadas. Jesulín de Ubrique, por ejemplo, cumplió cuarenta años acomodándose a su papel en la próxima entrega de Torrente. Algunos programas de televisión le enviaron felicitaciones, pero orientadas más a descubrir que esas negociantas que son su suegra y su esposa pudieran haber convencido a otro familiar de arriesgar su dinero en una inversión ruinosa. O sea, un pequeño Blue Jasmine, la excelente película de Woody Allen sobre la crisis financiera, pero en la finca Ambiciones.

En otros países, las malas noticias generan acuerdos políticos impensables. Tras el terrible asesinato de una Miss Venezuela, la actriz Mónica Spears, y de su exmarido ante su hija de cinco años, el Gobierno ha reconocido finalmente la apabullante escalada de inseguridad en el país, uno de los más peligrosos del mundo. El asesinato coincide con una campaña turística que promociona Venezuela como un destino “chévere”. Spears venía precisamente de visitar una de las zonas con más potencial turístico, Los Llanos. En la reunión de emergencia convocada por el Gobierno, Nicolás Maduro aceptó el gesto de estrechar la mano de su opositor, Henrique Capriles. Algo que, lejos de simbolizar un acuerdo, reflejó el temor mutuo a contagiarse de algo malo.

Mientras unos tratan de descansar o de amoldarse a la realidad después de la Pascua Militar, la ecléctica princesa Letizia alivia la semana recuperando el tono en palacio. Es sabido que desde octubre Letizia trata de acercar un nuevo ritmo a La Zarzuela y es el zumba, una tonificante mezcla de ritmos tropicales y mucho movimiento de caderas que entusiasma a toda una generación de europeas a la hora de mantenerse en forma. A su cuñada, duquesa de Palma, le pilló más la moda de practicar salsa y merengue en la etapa del Instituto Nóos. Con tanto ritmo y tanta rumbera, al Rey no solo se le va la voz, sino que también le zumban los oídos, mientras recupera la cadera.

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