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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un solo argumento

Rajoy se ampara en la economía para un mensaje triunfalista que elude los temas conflictivos

Pese al tono de energía y convencimiento que quiso imprimir a su comparecencia ante la prensa, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, defraudó las expectativas generadas ante la única conferencia de prensa sin restricciones concedida en La Moncloa en todo el año. Se explayó en un solo argumento, el económico, y eludió, en ocasiones incluso con desgana, los temas más conflictivos, como el retroceso social y de derechos, la ley del aborto o los casos de corrupción. Para Rajoy, el año 2012 fue el de los ajustes, el 2013 el de las reformas y 2014 será el de la recuperación gracias a esos ajustes y esas reformas. Eso sí, ni una palabra, más allá de que el PP colaborará con la justicia, sobre los casos Gürtel y Bárcenas, sobre hechos gravísimos como el encarcelamiento del extesorero del partido, ni sobre el reciente registro de su sede por orden judicial.

Era evidente que Rajoy quería imprimir optimismo ante el año en el que se iniciará un nuevo ciclo electoral, que comenzará con la cita europea de mayo y continuará en 2015 con elecciones municipales y generales. Para ello se apoyó en algunos indicadores económicos positivos, como haber dejado atrás la recesión, el aumento del 6% de las exportaciones o el final del rescate bancario. Rajoy puso el énfasis en que España ha recuperado la confianza de los mercados, como revelan la caída de la prima de riesgo por debajo de los 230 puntos básicos y la llegada de inversiones extranjeras. Todo eso es cierto, pero los indicadores de recuperación son todavía demasiado débiles como para justificar el triunfalismo del presidente y más aún para hacer olvidar que si bien es cierto que volvemos a la senda del crecimiento, lo hacemos con más pobreza, recortes en servicios básicos, rebajas salariales, pérdida del poder adquisitivo de las pensiones y, lo que es peor, sin crear empleo y con mucha más desigualdad social, como ayer recordó Alfredo Pérez Rubalcaba.

Sobre la otra gran crisis que afronta su Gobierno, la territorial, Rajoy se limitó a reiterar que está dispuesto al diálogo, pero que no hay nada que dialogar con quienes, en referencia a Artur Mas, han lanzado una iniciativa —la consulta— que no cabe en la Constitución y afecta a la unidad de España. La respuesta de Rajoy era esperada con interés después de que el Rey apelara en su discurso de Navidad al diálogo como procedimiento para resolver esta crisis y abogara incluso por abordar las reformas necesarias “para actualizar los acuerdos de convivencia”. El esfuerzo del monarca por encarar las cuestiones más difíciles nada tiene que ver con la actitud ostensiblemente elusiva de Rajoy. Un asunto tan importante requería otra actitud por parte del presidente. Como también requería mayores explicaciones la reforma de la ley del aborto, que está siendo contestada incluso dentro del PP. Pero Rajoy evitó también esta cuestión, como si no presidiera el Consejo de Ministros que la aprobó. De la compleja y difícil realidad del país, a Rajoy solo parece interesarle aquello de lo que pueda obtener rédito electoral.

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