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NEGOCIOS
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Entre la crisis y la inversión

Este periodo de recesión es delicado para las telefónicas, porque pueden perderse cuotas de mercado si no se apoyan decisiones inversoras

La comunicación está sufriendo un cambio acelerado que pone en dificultades a las empresas tradicionales de telefonía. Ya es un lugar común que los terminales inteligentes y las tabletas son las nuevas estrellas del negocio de la telecomunicación, pero el intenso empuje tecnológico acorta tremendamente la permanencia de los nuevos productos en el estrellato; no pasarán muchos meses antes de que surja una nueva aplicación o desarrollo que desplace el consumo y, por tanto, la rentabilidad hacia otros parámetros. Los dos criterios principales de análisis son, por este orden, un impacto considerable de la recesión en el consumo de líneas y llamadas, como no podía ser de otra forma, y, sin embargo, el arraigo de un hábito comercial que es el uso de la última tecnología disponible. Y ahora mismo esa última tecnología es la de smartphones y tabletas. Podrán caer las líneas, pero la interconexión móvil-internet está por encima de cualquier otro criterio de compra.

Ahora bien, si el mercado no tiene problemas tecnológicos (ya se encargarán los Apple o Samsung de renovar la oferta), sí puede tener a cambio dificultades de índole económica y financiera. La primera amenaza es la caída de los ingresos de las operadoras españolas (más de un 10% en términos interanuales en el tercer trimestre de 2012), consecuencia evidente de la disminución del número de líneas. Lo más probable es que el descenso continúe en 2013, como efecto probable de la fase recesiva, que será más aguda durante el ejercicio. Pero si este fuera el único riesgo, bastaría con ajustes de gastos o una política comercial más agresiva para conjurarlo. El riesgo se convierte en amenaza cuando las compañías dañadas por una caída de los ingresos tienen que desarrollar no obstante más y más inversiones para construir las redes con las que responder a la petición de conectividades inteligentes. Con menos ingresos hay que disponer de financiación para disponer el trazado que permita operar a los móviles de cuarta generación (4G). Este periodo de recesión es delicado para las telefónicas, porque pueden perderse cuotas de mercado si no se apoyan las decisiones de inversión.

Pero es que además las telefónicas arrastran históricamente un cierto recelo hacia los balances de inversión-beneficio que disfrutan los distintos agentes del mercado. Dicho en términos sencillos, el recelo se manifiesta en que mientras las telefónicas ponen la inversión, costosa en términos de innovación y mantenimiento, es Internet quien obtiene rentabilidades parasitarias de tales aportaciones. El malestar no se manifiesta todavía en enfrentamientos públicos y agrios, pero llegará un momento en que las operadoras españolas consideren que la situación es insostenible. Hay que deflactar, por supuesto, las consecuencias de la crisis; dicho de otro modo, en un periodo de aumento continuo de las líneas y en el que no hubiera pelea a cara de perro por la cuota de mercado, la tensión bajaría muchos grados.

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En todo caso, la comunicación es vital para mantener y, si es posible, elevar la competitividad de las empresas españolas. Por esa razón es necesario que el Gobierno cumpla sus compromisos, como el de adelantar a 2014 la asignación de frecuencias para soportar los móviles de cuarta generación. Si tuviera que incumplirlo, sería muy sensato que explicara públicamente las razones.

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