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Tribuna
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Un tiempo de banda ancha

Sería bueno regresar al equilibrio entre las raíces y la sociedad abierta

Andamos con gestos de Gangnam style intentado echarle el lazo a una crisis que siempre nos va por delante al modo de la liebre en el canódromo. Con su pieza audazmente gamberra y pegadiza, el surcoreano Psy supera los 1.000 millones de visitas en Internet como indicativo espectacular de un mundo globalizado que circula por la banda ancha y traslada ejes vitales a la pantalla del smartphone.Si el pop coreano ha conquistado Estados Unidos, en un mundo plural que se globaliza, la pérdida de arraigos se suma a los nuevos y viejos conflictos para las masas virtuales, todos a punto para alguna ruptura poshumana.

La ejecución trepidante de Gangnam style no dice nada y lo significa todo. Es decir, que cualquier cosa distrae y divierte, mejor cuando más pasajera y banal sea. La inmadurez ataja transitoriamente los grandes miedos. Michael Sandel recuerda aquellos tiempos en que las ansiedades del momento, después de los años sesenta, estaban relacionadas con la erosión de las comunidades intermedias situadas entre el individuo y la nación. Eso es: las familias y los vecindarios, las ciudades pequeñas y los pueblos, las escuelas y las congregaciones religiosas. Ahora estamos en el umbral de los megatemplos, en las conexiones incontables del WhatsApp, en el peregrinar por los hipermercados, los iconos de la lucha sumo o el retorno de los vampiros, la indiscriminación entre cultura, cultura pop, cultura de masas y cultura popular.

Por eso uno se repliega sin saber hacia dónde y, teniendo la crisis en casa, se deja llevar por los titulares de una geopolítica de la emoción: ayer fue la plaza cairota de Tahrir, luego los cascotes de Damasco, al poco el estallido social por la violación de una muchacha en India. Pasamos la noche de Fin de Año frente a la televisión atentos al desliz de un escote o a un tupé. Fueron 12 uvas para nuevas formas de indiferencia y derrotismo.

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El surcoreano Psy triunfa con el ‘Gangnam style’ en un mundo globalizado

Otra geopolítica sigue en activo y mantiene dividida Corea, con un norte mísero y sin libertad, junto a un sur próspero, una presidenta recién elegida en las urnas y el gran Psy conquistando el mundo. Por una parte, identidades difuminadas por los píxeles; de otra parte, el improbable esfuerzo por devenir sociedades maduras, abiertas, seguras y evolutivas. Sin alternativas a la democracia liberal, hay quien sigue queriendo echar el lazo a modelos utópicos, a los centauros de la democracia iliberal y autoritaria, a los monstruos indecibles que engendra el populismo. La música de fondo la pone Psy, a falta de un sepelio wagneriano. Al fin y al cabo, la Novena Sinfonía de Beethoven nunca ha tenido 1.000 millones de clics.

¿Eso es un cambio de paradigma o una transición hacia no se sabe dónde? Con más de cinco millones de parados, los telesillas de las pistas de esquí no daban abasto estas Navidades. Y en los comedores de Cáritas, ciudadanos sin hogar se quitaban un gorro de Papa Noel. Entre el optimismo racional y la inconsciencia, a última hora decidimos cenar a lo grande para despedir un 2012 aciago. Los potentes saltos danzarines de Psy alegraron la entrada en un 2013 de incógnitas severas. Al mismo tiempo, vuelven las curvas femeninas y la desnutrición, los coches descapotables y las carrocerías desconchadas, las cocteleras y las marcas blancas, el pijama y el sin techado, las pajaritas a rayas y los puños deshilachados, el cine risueño y el neorrealismo del sur. Hay como para desconfiar de todo, comenzando por uno mismo.

Por suerte, pronto veremos el Lincoln de Spielberg. El joven Lincoln temía no poder hacer algo por lo que se le recordase. A saber en qué curso están matriculados los estadistas del siglo XXI. Hace falta una política de banda ancha, magnánima y clara. Sería bueno regresar a un sentido de la continuidad, al equilibrio entre raíces y sociedad abierta. A inicios de un siglo inquietante, la pasividad intelectual se asemeja a una patología. Persona y masa se contraponen una vez más. Bajo las bóvedas populosas de la economía sumergida se forja, en buena medida, la supervivencia de lo elemental. ¿Habrá que ponerle a Mario Draghi una plaza de todas las capitales de la Unión Europea o acabaremos proscribiéndole? A tientas y a ciegas, en busca de la fórmula que conjugue austeridad, crecimiento y cohesión, la política se desfleca y desgasta. Unos Gobiernos más o menos capean los temporales del porvenir; otros siguen endeudándose como en los mejores tiempos pasados. Por las rutas del ciberespacio trenza sus pasos alocados el hombre cibernauta y a la vez tribal de Gangnam style. Días propicios a la amnesia, a la discontinuidad y al exorcismo. Psy sostiene el acueducto entre dos siglos de heterogénea inmadurez. Sus 1.000 millones de visitantes en YouTube nos contemplan.

Valentí Puig es escritor.

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