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Sanmy

La fábrica de las 189 marcas

El productor del sifón Geiser, con 120 años de historia, sobrevive a las multinacionales

Pilar Puértolas, directora de Sanmy.
Pilar Puértolas, directora de Sanmy.Cristóbal Castro

En la fábrica de Sanmy, en Terrassa, los empleados pueden comenzar el día haciendo gaseosa o algún refresco y terminarlo elaborando cerveza o mojito sin alcohol. La planta de 15.000 metros cuadrados comparte terreno con un bosque y un pozo del que saca el agua para las 189 marcas de bebidas con las que trabaja. Algunas son propias y nacieron hace más de 50 años. El resto las produce por encargo. La firma, que acaba de cumplir 120 años, explora continuamente sabores para lanzar novedades al mercado cada año. “Nuestra fortaleza es que somos muy versátiles, podemos desarrollar un producto en tres semanas”, asegura con confianza la directora general de Sanmy, Pilar Puértolas.

La firma hace pequeñas tiradas —10.000 unidades como mínimo— de sus diferentes bebidas de acuerdo a la demanda. Su buque insignia, el sifón Geiser, es el que más se vende y, sin embargo, solo representa el 10% de la facturación, que en 2014 ascendió a 6,5 millones de euros. Para Puértolas, esta diversificación es precisamente lo que ha permitido a esta pequeña empresa familiar de 40 trabajadores afrontar el auge de las multinacionales y no sucumbir ante su apabullante poder publicitario, como pasó con la mayoría de los 5.000 fabricantes españoles de sifón que se contaban a mediados del siglo pasado.

La historia de Sanmy se remonta a 1895, cuando los hermanos Puértolas compraron la fábrica en la que trabajaban. La factoría producía tanto sifón (agua con gas carbónico) como gaseosa (sifón con azúcar y limón), que eran los únicos refrescos de la época. Su popularidad empezó a caer cuando aparecieron sabores más elaborados como la naranja o la cola. Cuando los envases de plástico desplazaron a los de vidrio, continuar en el sector se complicó incluso más, ya que las empresas debían invertir en sopladoras.

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“La visión de mi padre fue adquirir marcas de antiguos fabricantes y llegar a acuerdos para que se quedaran como distribuidores”, explica la directiva. Sanmy no compraba la unidad productiva, solo la marca. “Detrás de cada una no solo había una familia, sino un pueblo. En Mataró, por ejemplo, la gente compraba La Perla porque se hacía allí. Concluimos que era mejor mantener lo más cercano”.

La firma empezó a diseñar nuevos productos en nichos poco atendidos, como las variedades dirigidas al colectivo inmigrante, con sabores parecidos a los que hay en sus países de origen. También se abrió a fabricar para terceros, desde marcas blancas hasta particulares que querían iniciarse en el sector. “Tenemos presencia en el 75% de la gran distribución, así que somos una buena referencia para introducir bebidas. En España, el 80% de las ventas están concentradas en siete clientes y es muy difícil acceder a ellos. Pero si ya te conocen, tienes acuerdos y condiciones ya negociadas, es más fácil introducir productos nuevos”, afirma Puértolas.

Facturación al alza

Ajena a la crisis, Sanmy aumentó su facturación un 48% desde 2009. Ahora apunta a la exportación, ya que de momento solo el 5% de su producción se vende en el extranjero. “No hemos sido proactivos. Lo poco que va fuera se debe a la iniciativa de clientes que vinieron a buscarnos. El próximo año crearemos el departamento de internacionalización para ser nosotros los que vayamos a ellos”, explica la empresaria, que tiene a Europa y África en el punto de mira. Asegura que hasta ahora no se lo habían planteado porque crecían a buen ritmo en España.

Puértolas admite que Sanmy y sus productos son poco conocidos, pero fabricar una gran variedad de bebidas en pequeñas cantidades le funciona. No las produce todas cada año, pero hay una a la que nunca renuncia: el sifón. “Es el refresco más antiguo de España, con más de 180 años”, recuerda. Geiser, el que más vende, es de plástico y se usa mucho a la hora de hacer cócteles.

Las otras marcas de sifones que posee las comercializa todavía en los típicos envases retornables de vidrio envueltos en mallas de plástico, que ya son imprescindibles en los bares más hipsters de Barcelona. Se han convertido en una reliquia que muchos usan de adorno. Una moda que la empresaria pide que no se extienda: “El más reciente ha de tener unos 50 años porque ya no se fabrica. Como la gente se los siga quedando para decorar la casa, llegará un momento en el que no tendremos más para rellenar”.

La fábrica de las 189 marcas

Los refrescos suelen ocupar uno de los primeros lugares en la lista de alimentos que prohíben los médicos ante una dolencia estomacal. Sin embargo, su origen se encuentra precisamente en los esfuerzos de los farmacéuticos por aliviar estos males. La primera de esta clase de bebidas fue el sifón, que se preparaba en farmacias y hospitales.

Este cayó en desuso tras la aparición de envases más simples y sabores más elaborados, pero algunas pequeñas empresas como Sanmy lograron resistir y continúan rellenando viejos sifones para bares y cafeterías, donde el auge de la moda vintage los ha revalorizado. Pilar Puértolas tiene una colección de más de mil marcas de sifones que espera incrementar hasta conseguir los 5.000 que circulaban por los bares españoles en 1950.

Lo que no ha cambiado desde entonces es el tejido de esta industria, compuesta en su mayoría por microempresas, aunque las grandes inversiones en publicidad de las multinacionales las eclipsen. El 77% de los fabricantes tiene menos de 10 trabajadores y dos de cada cinco solo cuenta con uno o dos, según un estudio elaborado por IESE y la Asociación de Bebidas Refrescantes (Anfabra). Una “rémora” para la internacionalización, según el director adjunto de investigación del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), Joaquín Maudos, que explica que el sector ha resistido bien la crisis, pero ha perdido peso: “Las bebidas suponen el 15% de la industria de alimentación, un par de puntos porcentuales menos que hace algunos años, y tardaron un año más que los alimentos en recuperar el volumen de producción durante la crisis”.

Pero si hay algo que el sector no descuida es la innovación. Lanza al mercado una media de 150 novedades cada año y para conseguirlo, invierte entre el 2% y el 4,5% de su facturación, que el año pasado ascendió a 4.200 millones de euros. El consumo per cápita en 2014 se situó en los 45,4 litros y es todo un hábito social: el 73% de los españoles prefiere beber en compañía de amigos y fuera de casa.

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