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“Nos tiene secuestrados toda la murga mediática”

El escritor busca el doble, cultiva la paradoja. Ha ganado el premio de la FIL de Guadalajara.

Juan Cruz

¿Cuál es la realidad de la calle? Ahora veo Borgen, una serie sobre intrigas presidenciales en interiores de Dinamarca, donde tanto políticos como periodistas están en estrecha relación y parecen vivir en un plató. Pasa igual en el parlamento catalán o español: viven en una brubuja sin salida al exterior y creen que esa es la realidad, la suya, porque es la que transmiten, y contiene siempre más de una noticia por día.

En la tele parece que la vida es lo que ahí sucede, no lo que pasa en la calle… Sí. Y cuando no pasa en ese plató el guionista se saca de la manga una discusión sobre si el nuevo presidente tiene que cortarse o no el flequillo. Ya me dirás si esto es la realidad.

¿La situación le hace desear aparecer de pronto en otro país? Sí, pero aquí te voy a citar a Kafka. En la primera página de su primer diario dice: “¿Seguía estando el bosque allí? Seguía estando en buena parte. Pero apenas mi mirada se alejaba diez pasos, yo desistía; atrapado otra vez por la aburrida conversación”. Bueno, la aburrida conversación que nos tiene secuestrados es esa programación única de la realidad que nos da la televisión, toda la murga mediática.

¿Es un buen novelista el que hace este guión o un creador de best sellers? Es uno que se ha creído lo de que la realidad supera a la ficción y lo lleva a rajatabla.

¿Qué película habría que ver para que se pareciera a nuestra realidad? Los muertos, de John Huston, sería muy adecuada, creo. O bien una programación entera de dos semanas dedicada a la utopía de las ciudades felices.

A esa utopía no llegaríamos jamás… Sin embargo, se olvida que la función de los políticos debería estar al servicio de esa utopía. La vida es muy dura y ya tenemos muchas complicaciones como para que ellos nos la compliquen más, pensando sólo en sus propios intereses.

Los políticos se venden como si anunciaran artículos de limpieza. Parecía que ese ego era privativo de los artistas… Yo leo modificando. Y veo televisión también igual, modificando lo que veo. Detrás de cada noticia del informativo, por ejemplo, siempre leo otra cosa, el por qué de esa noticia y qué hay detrás de ese interés en darla. Modifico todo, riendo. No es cuestión de perder el humor.

Y si le quitamos el sonido a los tertulianos se ve que la mayor parte ríe… Por lo que tengo comprobado, cuando en una tertulia hay alguien por fin que dice algo inteligente es inmediatamente interrumpido por el más tonto. Ilustran lo que pasa en este país: que no llegaremos nunca a nada.

¿Qué le preocupa de la realidad, de lo que es verdaderamente real? Juan Marsé me ha dicho más de una vez que me acerco “cautelosamente a la realidad”. Y yo todos los días me acerco cautelosamente a su frase. La estudio, la pienso, trato de averiguar qué ha querido decir. Sólo sé por el momento que la realidad es dolorosa, no descubro nada. Pero encontramos también a la realidad en el descubrimiento de que la literatura es lo mejor de la vida. Pero lo es a condición de que la vida sea lo mejor de la literatura.

En sus libros, en sus artículos, expresa esa aspiración borgiana de ser otro. ¿De dónde le viene? Imagino que desde un primer momento, aunque sin yo saberlo, viene de El Quijote, la historia de alguien que sale al campo para ser otro. La creencia de que tenemos una personalidad compacta se rompió hace mucho tiempo.

Y, aparte de Enrique Vila-Matas, ¿quién es usted? Puedo ser usted perfectamente, no veo a nadie más alrededor, ¡ja ja ja!

¿Y quién es Vila-Matas? Alguien que ha llegado hasta aquí escribiendo toda la vida buscando saber algo sobre sí mismo y que cada vez se desconoce más gracias a la literatura.

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