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Tribuna
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Llegó la hora de las decisiones

El desmarque del PSC se debe a que ha terminado la fase de la retórica gratuita en la batalla por un referéndum

Enric Company

El presidente Artur Mas y su aliado Oriol Junqueras están perdiendo apoyos en su estrategia de confrontación con el Gobierno de Mariano Rajoy en la batalla para la celebración de una consulta sobre el futuro político de Cataluña. El domingo se solemnizó el desmarque del PSC. Semanas atrás se produjo el de Josep Antoni Duran Lleida en su calidad de líder de Unió. Antes se había producido la negativa de la patronal Fomento del Trabajo y había aparecido un autocalificado frente de la “moderación”, una maniobra de descuelgue de sectores de opinión de centro derecha cuyas afinidades basculan entre CiU y PP según el asunto de que se trate.

Estos desmarques son positivos porque aclaran las posiciones de cada cual, aunque compliquen la apuesta de Mas y Junqueras y la hagan todavía más inviable. Los socialistas sostienen que siguen apoyando la celebración de una consulta al electorado catalán, pero no en la forma y con los objetivos que persiguen los independentistas. Es algo que se sabía, pero que no se había concretado en votaciones como la anunciada para el 4 de diciembre en el Parlament para solicitar a las Cortes la delegación a la Generalitat de la facultad de convocar un referéndum.

El principal argumento de los que se están distanciando de Mas y Junqueras es que ambos dirigentes han convertido en un referéndum para la independencia lo que inicialmente se planteó como una consulta sobre el tipo de articulación de Cataluña en España. Si se recuerda que hace pocas semanas el propio Artur Mas aseguró en el Parlament que no convocará una consulta que no sea legal, la estricta realidad es que en estos momentos no hay ninguna perspectiva abierta para que haya consulta o referéndum alguno.

Lo que sí persiste es una rotunda negativa del Gobierno de Mariano Rajoy y del PP, con su mayoría absoluta en las Cortes, a aceptar cualquier vía legal que pudiera surgir para llevar a cabo un referéndum como el perseguido por el Gobierno catalán y sus aliados. Ninguna de las cinco eventuales vías señaladas por los asesores legales de Mas superará el muro de la mayoría absoluta del PP en las Cortes o, eventualmente, su derivación en el Tribunal Constitucional. Una vez que Rajoy ha definido el problema como una cuestión de soberanía nacional y ha proclamado que no hay nada que hablar sobre ella, la disyuntiva de Artur Mas y Oriol Junqueras es bastante simple: o asumen su impotencia ante tan impermeable muralla o intentan saltarla.

Se está terminando, si no lo ha hecho ya, la etapa del verbalismo, de las vaguedades y la retórica gratuitas

La toma de posición de Junqueras en Bruselas parecía apuntar a su pretensión de saltar por encima del muro. El líder de Esquerra habló de sacar dos millones de catalanes a la calle si Rajoy mantiene su cerrazón, de paralizar la actividad económica de Cataluña durante una semana y advirtió del desastre que esto podría significar también para España. Sin embargo, lo que pretendía mostrar una posición de fuerza y determinación se convirtió de inmediato en una exhibición de nerviosismo, de debilidad e incluso de impotencia política.

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No parece que Junqueras hubiera consultado sus palabras con sus aliados y desde luego no parece que su partido esté en disposición, por sí solo, de materializar su amenaza. Junqueras y su partido aparecen hasta ahora en los sondeos como los principales beneficiarios del malestar catalán desatado tras el fracaso con que terminó la larga gestación de la reforma del Estatuto de Autonomía. Pero el estado de gracia del que ha gozado el nuevo líder republicano desde que sucedió a Joan Puigcercós como factótum del partido independentista no va a durar siempre. Solo depende de que lo que hasta ahora se sustancia en forma de discursos pase a la fase de los hechos.

Esta es precisamente una de las condiciones que está cambiando en el escenario catalán. Se está terminando, si no lo ha hecho ya, la etapa del verbalismo, de las vaguedades y la retórica gratuitas. La etapa de la irresponsabilidad en la que cualquiera podía proponer la conquista de luna sin que al cabo de una plazo más o menos razonable alguien se la reclamara. Para llegar a este punto ha resultado decisiva la fijación de una fecha tope, el próximo mes de diciembre, para que el Parlamento catalán formalice una propuesta de fecha y de pregunta para la consulta a los ciudadanos sobre la que se debate desde hace dos años. Llega a su fin la etapa del bla, bla, bla y comienza la de las decisiones, de las que se podrá ver el resultado y sobre las que podrá exigirse responsabilidades.

Si bien se mira, esto es lo que hay detrás de la pérdida de apoyos que sufren Mas y Junqueras. El último, el de los socialistas catalanes, estaba cantado, y ha llegado cuando Mas y Junqueras pretenden una votación en el Congreso de los Diputados en la que de nuevo entren en contradicción el PSC y el PSOE. Tenía que llegar y al final ha llegado el momento en que el PSC respondiera así a los independentistas, metafóricamente, se entiende: ¿Ustedes qué persiguen, un acuerdo para celebrar una consulta en Cataluña o un proceso que vaya dividiendo a las demás fuerzas políticas?

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