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La policía zarandea a diputados y ediles que se oponían a un desahucio

La multitud logra evitar el desalojo de una mujer de 86 años después de vivir momentos de gran tensión

Aurelia Rey, de 86 años, se queda al menos por un día más en el piso alquilado del centro de A Coruña en el que vive sola desde 1979. En medio de fuertes altercados con la policía nacional, por dos veces consecutivas en cinco horas, la presión social de cientos de personas de todas las edades y condiciones impidió ayer ejecutar la orden judicial de desalojo por impago dictada contra esta costurera jubilada. Pero queda solo en suspenso. El Servicio de Notificación y Embargo, encargado de ejecutar resoluciones judiciales, volverá hoy, previo acuerdo con las fuerzas del orden, a poner día y hora para llevar a cabo la expulsión de la octogenaria.

El primer intento fue hace una semana. Y se frustró sin incidentes, también ante una nutrida concentración de personas. Pero ayer la tensión, unida “al engaño y a la trampa”, denunció Stop Desahucios, ya que la policía esperó a que la gente se fuera para intentar, por segunda vez, ejecutar el desalojo, encendieron al rojo vivo los ánimos de vecinos, amigos, activistas y políticos movilizados durante más de seis horas para evitar que Aurelia se quede sin techo por retrasarse en el pago de la renta antigua de alquiler de su vivienda, 126 euros mensuales.

Pelea de años por un alquiler antiguo

No funcionó ayer durante casi toda la mañana el ascensor del edificio en el que vive Aurelia Rey, en el piso noveno. La anciana, sin hijos ni familia cercana y con una pensión de 400 euros mensuales, sostiene que lleva desde 1999 “peleando” para contrarrestar las triquiñuelas y las “manipulaciones” de los propietarios de su vivienda para forzarla a irse. Aurelia lo tiene alquilado con una renta antigua de 126 euros al mes. Hace unos años, cuando aún eran de curso legal las pesetas, la mujer se retrasó en el abono de varias mensualidades, y un juez dictó una orden de desahucio contra ella. Pero Aurelia pagó lo que debía. Y siguió “peleando sola”. Pizpireta y en buena forma, se convierte en una verborrea cuando empieza a relatar sus peripecias con el alquiler. Desde pagos en el banco que nunca se registraron hasta una abogada de oficio que la rechazó “porque decía que ella no era la virgen de la caridad” hasta cortes de electricidad sin causa conocida. “A mí, en los juzgados, ya me dijeron: ‘Aurelia, aquí en A Coruña no tienes nada que hacer, todo está manipulado”.

Hace unos meses, la anciana volvió a retrasarse con el alquiler. Por segunda vez, y aunque saldó casi de inmediato su deuda, sus caseros lograron antes, con la nueva ley que permite el desahucio inmediato, una orden judicial de desalojo. “Pero tengo todo pagado, todo legal, quieren verme en la calle cuando son ellos los que van de rositas y nunca pagaron a Hacienda por estee piso", clama la octogenaria. Los propietarios de la vivienda le ofrecieron la semana pasada aplazar dos meses la ejecución de la orden judicial si aceptaba mudarse voluntariamente. Aurelia se negó.

Como también rechazó, con un punto de indignación, la única alternativa que le dio el Ayuntamiento: ingresar en una residencia gestionada por una organización católica. “Que vayan ellos, yo estoy bien”, replicó a Servicios Sociales. Aprecia su barrio, en el corazón de A Coruña. Su edificio, en una de las manzanas comerciales y residenciales más caras de la ciudad, es el típico producto la especulación de los años setenta: ventanas de alumnio y nueve alturas entre otros inmuebles antiguos que no superan los cuatro pisos.

Además de concejales de la oposición municipal (PSdeG, BNG e EU), también estaban la viceportavoz parlamentaria de AGE y coordinadora de EU, Yolanda Díaz, y el portavoz del Bloque en la Cámara gallega, Francisco Jorquera. Este último fue uno de los concentrados que acabó rodando por el suelo tras enfrentarse con los agentes. La muchedumbre logró romper el cordón policial que cerraba el tramo de la calle Padre Feijóo, entre las plazas de Lugo y Ourense. Varios jóvenes y los concejales Xosé Manuel Carril (BNG) y César Santiso (EU), tenaces en intentar impedir el acceso al portal del edificio en el que vive la anciana, fueron tirados varias veces contra el asfalto, y también golpeados. Pero no cesaron de llamar a gritos a los funcionarios para que desistiesen de participar “en esta barbarie”.

La petición hizo mella en los bomberos de A Coruña. Acudieron en dos ocasiones y se negaron en redondo a reventar la cadena con la que activistas Stop Desahucios habían logrado clausurar el portal del edificio. Pero uno de sus mandos, un sargento que prometió “expendientar a todos”, empuñó una sierra eléctrica y se puso manos a la obra. La tensión se disparó y se sucedieron altercados y zarandeos con los policías, mientras acudía cada vez más gente solidaria con la causa de Aurelia. Fue entonces cuando la secretaria judicial decidió suspender, por segunda vez en la jornada, el desahucio. Entendió que “la seguridad de las personas presentes no estaba garantizada”. Hasta en dos ocasiones acabó también en el suelo el funcionario que la acompañaba. Su carpeta con la orden de desalojo voló por los aires.

Y es que a las 10 horas, cuando acudió la primera vez la comitiva judicial para ejecutar el desahucio, flanqueada por la policía nacional, ya se encontraron con más de 200 personas en el portal, algunas encadenadas a las rejas. El gabinete de prensa del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, portavoz oficial de los juzgados, confirmó sobre las 13.30 horas que se había aplazado la ejecución. “Aurelia se queda, todos juntos podemos”, vitorearon los manifestantes. La octogenaria bajó a dar las gracias: “Esto no hay dinero que lo pague”. Pero cuando ya se disolvía la concentración y desaparecieron los periodistas y las cámaras, volvió la policía nacional y los funcionarios judiciales. Cerraron el tráfico de la calle. Fue entonces cuando se montó el lío mientras volvía a reunirse en la calle un número cada vez mayor de personas. Nadie se acordó de informar al gabinete del alto tribunal que se había decidido intentar por segunda vez la ejecución de la orden de desahucio. “Nos han mentido”, se indignaba a través de un micrófono un anciano, erigido en portavoz de Stop Desahucios. Finalmente, al filo de las 16 horas, Aurelia volvió a bajar para dar de nuevo las gracias. Los activistas decidieron montar turnos para intentar de nuevo hoy evitar su expulsión.

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