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“¿Qué haríamos todos si vemos una lengua de fuego que se acerca?”

Vecinos de Portbou no lograron evitar que una familia se lanzara por un acantilado

Rebeca Carranco

Rubén P. todavía le da vueltas. “Si hubiese tenido las llaves a mano… Si no hubiese tenido que ir a casa y volver al puerto…”. No acaba las frases. Estaba con su cría y con su mujer en las fiestas de Portbou (Girona) cuando se enteró de que un incendio quemaba la montaña y la carretera hacia Francia estaba atestada de coches.

A causa del pánico desatado por el fuego, Pascal Couton, francés de 46 años, y su hija Oceane, de 15, murieron tras lanzarse por un acantilado hacia el mar huyendo de las llamas. De la cincuentena de coches atrapados en la carretera N-260, a ninguno alcanzó el fuego. Pero el pavor llevó a más de 60 personas a ir monte abajo en busca del mar; el resto, unas 140, esperó y pudo retroceder con su coche más tarde.

Ya en el puerto, Rubén, de 42 años, vio dos figuritas en una roca. “Fueron diez minutos, cinco de ida y cinco de vuelta”, lo que tardó en ir a su casa a coger las llaves de la barca para ir a socorrer a las dos figuritas de la lontananza. Pero llegó tarde. Encontró el cuerpo de la adolescente flotando, entre las rocas. El cadáver del padre lo rescató otra embarcación, también de un vecino.

Huida y rescate en la bahía de Portbou
Huida y rescate en la bahía de Portbou

El idílico Portbou, tierra donde el filósofo Walter Benjamin buscó refugio de los nazis, se convirtió la tarde del domingo en una pesadilla para cientos de personas asediadas por un fuego inesperado. La Guardia Civil sospecha que el conductor de un “Peugeot oscuro y pequeño” lanzó en la anodina espera en una carretera estrecha una colilla que originó el fuego. A los atrapados les habían obligado a desviarse de La Jonquera por el cierre de la carretera nacional y la autopista.

Pero esa vía de escape, una sinuosa carretera que bordea el mar, se convirtió en una ratonera para la familia Couton, que regresaba a Argeles-Sur-Mer, en Francia, tras sus vacaciones en España. En la tercera planta del hospital Josep Trueta de Girona están ingresados Pascal Couton hijo, de 9 años, su hermana mayor, de 18, y la madre de ambos, de 42 años. Los tres están a salvo. La madre y el niño seguían esta noche en cuidados intensivos y la joven estaba en traumatología a la espera de recibir el alta con el coxis fracturado. Los tres, con el padre y la hemana fallecidos, saltaron desde más de 30 metros de altura al ver una lengua de fuego que se les aproximaba por la espalda. Solo ellos se desviaron del grupo mayoritario. “Les gritamos varias veces: ¡Tranquilos! ¡No saltéis, que vamos a por vosotros!”, recuerda con impotencia el guardia civil José Antonio Liaño. Pero no les hicieron caso. Liaño no ha pegado ojo.

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Él también corrió al puerto en busca de vecinos con barca, y allí dio con Rubén, que le llevó. “Saltaron desde mucha altura, más que los otros tres…”. Esperaba encontrarles con vida. Ahora cree que no pudieron “dar ni una brazada”. Ambos murieron ahogados.

“Fue el pánico”, precisa, lo que llevó a la gente a bajar por un terreno empinado, lleno de cactus y rocas. Más de 20 minutos de camino, con el fuego asediando y los pies descalzos. “Descalzos porque estábamos descansando y relajados en el coche”, aclara Izzet Köken, de 38 años. Lleva un abultado vendaje. Viajaba con su mujer, sus tres hijos (8, 7 y un año y medio), un amigo y la mujer de este hacia Dinamarca tras pasar unos días en Barcelona. Hacía sol, tenían el mar delante, y aunque había cola, es un paisaje privilegiado. Estaban tranquilos… Hasta que llegó el incendio, sin saber cómo. Él era el primero de la fila de coches a los que dio el alto la policía. Le dijeron que diese media vuelta, pero también estaba colapsada la bajada.

La gente bajó de sus coches, se miraban… Y el fuego que ardía en un lado de la montaña saltó al otro. Se vieron cercados. “¿Qué hacemos? ¿Bajamos?”, se dijeron. Y así, como parte de un arranque colectivo, varias decenas de personas se la jugaron descendiendo por el agreste monte. Un hombre que llevaba a su hijo a cuestas se cayó de bruces y se levantó ensangrentado. La mujer del amigo de Köken se rompió el pie. Pero siguieron. Abajo les esperaban los vecinos con agua, mantas, bocadillos. “Realmente fueron héroes”, dice el hombre, emocionado. Tampoco ha dormido.

Héroes como Daniel Pontonet, de 32 años, que hizo cuatro viajes con niños en brazos. Desde el lugar al que podían llegar los vecinos que iban a ayudar, una playita, hay unos 200 metros de un angosto camino de ronda, que a veces casi se sumerge en el mar. “Los niños se te abrazaban; no querían soltarse”, explica el hombre, que estaba de vacaciones con unos amigos. Vio caer “como muñecos” a la familia Couton. A él también le ha costado dormir.

Unas 60 personas fueron atendidas en los servicios sanitarios del pueblo. La mayoría heridos leves. La noche del lunes solo quedaban ingresados los tres franceses que saltaron por un acantilado y una mujer de 85 años que sufrió un ataque de pánico. La conclusión es que, fatalmente, "les pudo el pánico". Pero el alcalde de la ciudad, Josep Lluís Salas, les comprende " ¿Qué haríamos todos si vemos una lengua de fuego que se acerca?"

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Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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